La semana pasada publiqué en esta misma columna “Universidad sin papeles”. Agradezco los comentarios, likes y opiniones desfavorables, que pueden contribuir a un diálogo constructivo y enriquecedor. Solo tomé y publiqué la información de la web del CONSEJO NACIONAL DE EDUCACION SUPERIOR (CONES) y hasta la fecha no he recibido ningún desmentido o actualización de los datos publicados
Hablar del papel o rol de la Universidad y su relación con la sociedad supone desarrollar una temática que tiene que ver, por un lado, con todos los fines de la Universidad —sin excepción— y por otro, con las formas de proyección de la Universidad hacia la sociedad. La concepción de Universidad en Latinoamérica tiene dos pilares fundacionales: el primer Congreso Americano de Estudiantes en Montevideo en 1908, y el movimiento estudiantil que hace su aparición en Córdoba en 1918, con su histórico manifiesto. “La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa.”
Ayer, El Independiente publicó “El repetitivo discurso de la transformación educativa”. El Dr. Gimenez cita a Albert Einstein, el cual se había referido al principio de la locura como “realizar las mismas cosas y esperar resultados distintos”, la tomó como una analogía para lo que está haciendo el Gobierno con el proyecto de transformación educativa.
No importa de donde venga, ni quién traiga la mejor Universidad de Latinoamérica, como se pontificó a la Politécnica de Taiwán. Hay que mirar apenas unos pasos atrás. Una educación primaria sin recursos ni infraestructura, una secundaria con calidad precaria, y los resultados están a la vista: de cada 10 alumnos, 8 no entienden lo que leen. Luego de estas tristes evidencias, le ponemos a esas cabecitas maltratadas en su época más fértil, un sombrero de terciopelo con texto en inglés y allí concluye el proceso de aprendizaje y tenemos egresados de élite.
Cuál sería el papel de la universidad en la sociedad actual, José Trinidad Padilla López (Universidad de Guadalajara) comenta: “Formar un ambiente intelectual superior, crear y propagar conocimientos. Desarrollar y disciplinar las inteligencias y formar al humano por su capacidad y su acción benéfica: crear pensamiento crítico, porque la producción del conocimiento no es un hecho solamente reflexivo, es la expresión de complicadas interrelaciones sociales condicionadas por los seres humanos en los procesos de transformación social, con la finalidad última de la obtención de un bienestar común”.
El texto es contundente: ¿Qué nivel de pensamiento crítico tenemos? ¿cuáles son los niveles de inversión en educación? y ¿qué procesos de transformación social hemos logrado en los últimos 30 años desde la recuperación del estado de derecho?
La calidad de nuestra educación no va a mejorar por la belleza de su infraestructura o la discusión del lugar de su emplazamiento. Seguiremos girando alrededor de una misma mesa, mientras vemos el tiempo pasar y las nuevas generaciones van cayendo en la degradación de la enseñanza, la abulia de un futuro esquivo o el analfabetismo que reproduce el círculo de la pobreza.
Conclusión: los laureles no se importan, ni se compran. Antes se debe sembrar nuestro suelo, cuidar adecuadamente los nuevos brotes y puede que se cosechen aquí o en otros lugares para luego aprovecharlos en el país. La realidad es difícil y compleja, pero es nuestra.
