La democracia es una flor exótica en la historia política del Paraguay, nunca hemos tenido tantos años prolongados de un sistema político que significa el estado de derecho, de vivir bajo un concepto normativo, con una constitución que establece derechos y deberes de los ciudadanos.
Sin embargo, nuestra democracia no ha sido consolidada a lo largo del tiempo, los sistemas son frágiles, las instituciones no funcionan para castigar a aquellos que se apartan de lo que mandan las normas.
Hemos creado varias instituciones que no se corresponden a los mandatos que se han dado en la constitución y en las leyes y vemos, fundamentalmente, hechos de corrupción que van sacándole la confianza, el ánimo y el entusiasmo del demócrata que termina siendo engullido por aquellos que dicen que la dictadura es la única forma de gobernar el Paraguay, que esta mascarada de democracia no nos alcanza, y que tenemos que volver a un régimen autoritario donde alguien nos diga que es lo que tenemos que hacer y cómo. Evidentemente un sistema democrático se sostiene sobre un nivel de educación.
No hay historia en el mundo de pueblos que hayan alcanzado un nivel de democracia sólido con niveles tan básicos de educación como el nuestro.
Tampoco vemos que podamos salir de la pobreza en ese tipo de condiciones, hay que buscar las causas que expliquen por qué tenemos una democracia de muy baja intensidad y que buscar resolver ese problema es creer en el sistema apuntalando y proyectándolo hacia el futuro para no terminar cayendo de nuevo en una dictadura.