La palabra eficiencia viene del latín efficientia y significa «cualidad del que completa algo». Una característica que algunos pueblos tienen por el hábito de hacer de esta palabra un sello particular de su trabajo por el tiempo y la calidad de entrega de sus tareas, sea cual fuere su fin, Alemania es un país que cabe bien para esta definición.
Los estereotipos son ganados y registrados por el trabajo y ritmo de vida constante con un estilo de vida tras un objetivo cómo fue la recuperación de la economía alemana en las décadas del 50 y 60 del siglo pasado. Su positiva forma de trabajo en equipo visto en su juego del fútbol y otras actividades internacionalmente destacadas le dieron esa marca de «Made in germany».
El movimiento en el mundo es una constante y por lo cual se diseñan naves y espacios para albergar a los pasajeros y/o productos que serán movidos de un punto a otro cómo aeropuertos, estaciones de tren, paradas de transporte público o de taxi que deben reunir todas las medidas de seguridad y comodidad para hacer que la espera sea llevadera.
Medidas que llevan su tiempo y costo para hacerlas realidad y siendo en suelo alemán el trabajo de la edificación de la base del viaje o movimiento como un aeropuerto, el mundo espera no solo ver que algo se haga rápido sino bien. Lastimosamente no es el caso de uno de sus aeropuertos que fue finalizado 30 años después de iniciar su construcción, se trata del del nuevo aeropuerto de Berlín. Retrasos, sobrecostes, inauguraciones canceladas y problemas encontrados una vez abiertas sus puertas para hacer uso del mismo han sido comentados como el fin del mito de la eficiencia alemana.
Le quedará remontar este gran fiasco que supuso una muy cuestionada construcción aeroportuaria.
Algunas personas ven estos problemas como fruto que no acaba de curar las heridas de su antigua división en 1949 lo que cuatro años atrás al finalizar la segunda guerra mundial, que exigió un giro copernicano en la manera de pensar y volver a volar cómo el ave fénix.