La pandemia ha probado la capacidad científica y fundamentalmente el acuerdo de los acuerdos y pactos. En ese sentido las vacunas han sido un territorio para comprobar que algunas naciones como India o Rusia se encuentran muy lejos aún de ser confiables partners de las otras naciones en el mundo.
Prometen un camino que nunca llega e intermedian en el camino para quedarse con ventajas que eso supone en la transacción o, simplemente, no cumplen con los requerimientos sanitarios y terminan siendo puestos en cuarentena o en duda, como la última producida en una ciudad rusa de donde viene la vacuna Sputnik, la misma que ha llegado al Paraguay en los últimos días pero que no se podrá usar porque no existen certezas de que realmente hayan sido fabricadas con los estándares rigurosos que necesita la ciencia y la persona.
En esta situación podemos ver también que volvemos a lo mismo, a tener que confiar en aquellos que realmente son serios, son previsibles, y hacen las cosas de acuerdo a las condiciones que esperamos.
La India y Rusia se han aplazado en este territorio, y lo peor es que las personas inoculadas con estos biológicos no podrán ingresar a territorios europeos o Estados Unidos porque no tienen el aval de la Organización Mundial de la Salud de que las vacunas sean confiables.