Se ha condenado por primera vez a unos contrabandistas de cigarrillo. Casi siempre los que se dedicaban a este negocio decían «el contrabando se perfecciona cuando ingresa a otro país». Si nosotros producimos y hay otros que lo meten dentro de esa nación, que generalmente es socia del Mercosur, debemos decirles que es un problema de ellos y no de nosotros.
Sin embargo, la justicia paraguaya por primera vez sanciona a contrabandistas que se preparaban para sacar cigarrillos generados, principalmente de la empresa tabacalera del expresidente Cartes con destino al Brasil.
Uno de los candidatos presidenciales brasileño, Ciro Gómez, dijo en los últimos días que la lucha contra el contrabando del cigarrillo será una de sus banderas principales, pero luego terminó haciéndose una pregunta interpelante para nosotros: «¿será que los paraguayos quieren que esto se acabe?» Y es allí donde comenzamos a plantear una serie de cuestiones que van más allá de la mera declamación.
También nos quejamos que la cantidad de pollos ingresados desde territorio argentino hacia el Paraguay puede terminar con la industria local, si no se hace algo. Más del 30% proviene de productos de contrabando.
En realidad parece una expresión anacrónica hablar de contrabando entre países integrados económicamente, al menos en el papel de Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay, Venezuela o Chile, que son socios adherentes del proyecto del Mercosur. Es como seguir hablando de contrabando en Francia por el ingreso de algún producto agrícola español y viceversa.
Esa palabra ya no existe en economías integradas, pero no en las nuestras, donde las diferencias de valores de las monedas locales frente al dólar genera un atractivo enorme para estos negocios ilegales, que terminan destrozando no solo la economía, sino también nuestras instituciones.