Desde hace un buen tiempo tenía pendiente la lectura del voluminoso libro biográfico de Nelson Mandela, «El largo camino hacia la libertad». En sus páginas encontré mucha información que me sirvió para reafirmar el concepto que tenía del histórico líder sudafricano, para descubrir facetas que desconocía y razonar sobre uno de los principales objetos de estudio de la comunicación política: el rol de los medios de comunicación.
Antes de llegar a la mitad del libro encontré una frase que me llevó a hacer un alto, releerla y tomarme unos segundos de reflexión: “… la prensa solo es un reflejo oscuro de la realidad. La información que suministra es importante para un luchador por la libertad, no porque revele la verdad, sino porque deja al descubierto los prejuicios y los puntos de vista tanto de quienes elaboran el periódico como de quienes lo leen”.
Surge algo inevitable de pensar, que se aplicaba en ese entonces, tanto como antes o ahora mismo. Cada medio de comunicación revela “los prejuicios y los puntos de vista” de sus responsables y sus consumidores. Dicho de otra manera, los medios de comunicación son empresas comerciales que tienen intereses –políticos y sociales–, que se promueven y defienden a través de una línea editorial, que responde a una ideología particular. No deberíamos asombrarnos ni escandalizarnos cuando encontramos medios de comunicación que cumplen con ese rol de defensa del establishment, como le sucedía a Mandela.
No sorprende que un periódico oficialista analice la popularidad de un presidente destacando un 45% de apoyo a su figura, al tiempo que cuando años antes le tocó al mismo medio ser opositor resaltaba que al mandatario en funciones había un 45% de ciudadanos que no lo apoyaba. El vaso medio vacío o medio lleno se mostrará de acuerdo al interés editorial del medio, para beneplácito de su público.