El padre en la estructura familiar es una persona realmente muy trascendente. Es la que enseña una serie de virtudes que las madres no pueden hacerlo por su propia condición, pero también es una situación que nos debe llamar la atención en el Paraguay, donde tenemos una paternidad irresponsable tan alta que hoy en día uno de los juicios más comunes en los tribunales paraguayos son los de filiación y también los de prestación alimentaria.
El Paraguay es un país fracturado, dividido, roto, no solamente por lo que viene en términos históricos, sino también por lo acontecido en los últimos años en términos económicos, donde los padres separados han tenido que buscar y encontrar alguna forma de traer algo de comida a sus familias y muchos de ellos han tenido que emigrar a España, a Estados Unidos o a la Argentina, fragmentando aún más nuestra ya débil estructura social paraguaya.
Necesitamos repensar el rol de la paternidad en un país que le da mucha trascendencia y, con razón, a la maternidad, pero que termina supliendo la exigencia y la demanda que ese padre debe tener con sentido asumido y respondido dentro de una estructura familiar.
El Paraguay es un país sin padres y esa es una realidad que nos toma desapercibidos a muchos cuando tratamos de analizar cuestiones más complejas como las referidas a la pobreza y la criminalidad.
El 92% de la pobreza paraguaya, la extrema pobreza, es monoparental y si vemos la cantidad de hijos sin padres que están en los reclusorios de nuestra República, vamos a ver también el impacto que eso tiene como consecuencia de todo lo que estamos padeciendo hasta ahora.
Es el tiempo de recuperar el sentido de la paternidad, darle trascendencia y fundamentalmente proyectarlo de cara hacia un mejor futuro para todos.