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La decadencia de la clase política

Para Cicerón (106 – 43 a. de C.) orador y político romano, el arte de la política debe basarse en el conocimiento de las emociones humanas. Y la oratoria, no solo es una herramienta para pronunciar con eficacia un discurso, sino para transmitir conocimiento. Qué lejos están los políticos contemporáneos del Paraguay de estas expresiones del gran Cicerón.

El diputado colorado Roberto González es el fiel reflejo de cómo están actualmente nuestros representantes políticos, en total decadencia. El legislador se comportó de manera soez y ordinaria en una sesión del Congreso, en la cual trató de “putas con escapulario” a las mujeres que critican a la ANR por el lapidario informe de la Contraloría General de la República, con respecto a la deuda de Itaipú.

Estas expresiones fueron en alusión a su colega, la diputada liberal Celeste Amarilla, quien responsabilizó al Partido Colorado por el mal manejo de la Binacional.

En el Parlamento hay muchos como Roberto González, que solo insultan y hacen maniobras para colocar a sus familiares y amantes en la función pública. El nivel de debate de los parlamentarios está por el suelo. No nos representan. Además, nos denigran, nos maltratan y nos roban.

Para Cicerón, el estado ideal es aquel en el que los mejores buscan la gloria y el honor y evitan la ignominia y el descrédito. Los políticos contemporáneos no hacen un mínimo esfuerzo por su honorabilidad. Se pasan lanzando improperios y en planificar acciones para defenderse de sus adversarios políticos. Hacen estrategias para desangrar las instituciones del estado.

La decadencia de la clase política es preocupante, porque en sus manos están el destino de todo un pueblo, que quiere y merece vivir en un estado en donde al menos cumplan con los derechos humanos.

Clara Martínez
Clara Martínez
Periodista, politóloga y docente. Egresada en el cuadro de Honor de la UNA

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