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Radioteatros de la guerra fría

Por Cristian Nielsen

Héroes y villanos se trenzaban por radio una vez por semana

El recuerdo era un tanto impreciso pero si algo tiene internet es que te disipa toda duda. Investigando un poco hallé los nombres: “El Capitán Silver” y “Ojo de águila”. Era el año 1962 y aún estaba fresquita la definición que Fidel Castro hizo de sí mismo: “Soy marxista-leninista y seré marxista-leninista hasta el último día de mi vida”, esto, después de repetir en numerosas oportunidades que no era comunista.

Pero al departamento de Estado en Washington las cosas se le habían aclarado notablemente con semejante afirmación. Así que redobló la apuesta y llevó adelante una serie de acciones anticastristas, una de ellas, la realización de dos piezas radioteatrales que, sin aludir expresamente a la recién inaugurada revolución comunista de Cuba, quien las escuchara sabía sin duda de qué se trataba.

LA RADIO LO ERA TODO
En aquel tiempo, la radio era el medio de comunicación más completo. En ella se encontraba música, noticias, relatos deportivos, programas cómicos, radioteatros.

Si aún hoy es difícil saber qué realmente pasa en Cuba, imaginemos cómo sería hace seis décadas, sin televisión, sin internet, sin streaming.

Los informes sobre la isla eran parciales, cargados de condenas contra el comunismo ateo, materialista y propagador del castrismo enemigo de la civilización occidental y cristiana. América Latina era el patio trasero donde EE.UU. cultivaba dictadores: Batista en Cuba, Somoza en Nicaragua, Stroessner en Paraguay, Trujillo en Dominicana, Pérez Jiménez en Venezuela…

Si a una información parcial y distorsionada se le agrega unas dramatizaciones hechas con calidad e inventiva, el combo se completa. Ya teníamos, en los ’60, Tribuna de Combate, un soliloquio radial que regenteaba el entonces ministro del Interior Edgar L. Ynsfrán. Pero era insuficiente. Hacía falta algo más abarcante e ideológicamente apropiado. Entonces, llegó el Capitán Silver.

CARLOS MONTALBAN 
Era una radionovela cuyo protagonista era un marino, el Capitán Silver, magistralmente verbalizado por el actor mejicano Carlos Montalbán, hermano de Ricardo Montalbán que haría carrera en Hollywood con La Isla de la Fantasía y otras producciones cinematográficas.

El Capitán Silver era una suerte de héroe clásico que contaba con el auxilio de dos camaradas, Tex, de indudable raigambre tejana, y el mejicano Paco. Los tres cumplían arriesgadas misiones en inhóspitos parajes llenos de gente que hablaba español de indudable acento caribeño y que era invariablemente maltratada por tiranos despiadados y liberticidas.

Conservo en la memoria retazos de diálogos y, sobre todo, de la voz en off que iba poniendo en clima al oyente. Uno de ellos narraba: “… la gente venía huyendo de la persecución del sanguinario gaucho Nevara (cualquier parecido con el Che Guevara…)”. Generalmente, la misión del Capitán Silver era rescatar a algún héroe local amenazado de muerte y embarcarlo rumbo a la libertad. Atrás quedaría, como telón de fondo, la multitud gritando a coro: “Paredón, paredón, paredón…”. Era común, en esos días, hablar de los fusilamientos sumarios practicados por la “justicia revolucionaria” castrista.

NADA ESCAPA AL OJO DE ÁGUILA 
El Ojo de Aguila era otro radioteatro lleno de ingenio y a la vez -para la época- muy intrigante porque hablaba de un instrumento muy particular. Se trataba de una suerte de telescopio que tenía el poder de atravesar obstáculos sólidos como paredes, placas de acero, cemento, etc. El operador recibía las imágenes en una pantalla de televisión (las de computadora aún no existían) que le permitían ver qué ocurría en los sitios más inaccesibles. Así el Ojo de Aguila podía ayudar al héroe a descubrir que bajo la inocente silueta de una fábrica de golosinas o de un taller mecánico se ocultaba una base de terroristas preparando el próximo golpe. Entonces el justiciero llamaba a las fuerzas de la ley y en poco tiempo se desbarataba cualquier conspiración contra la democracia. Era una suerte de adaptación libre del argumento del primer episodio de la saga 007 James Bond, el Satánico Dr. No (1962), que escondía en una isla (otra vez una isla) una base de lanzamiento de misiles camuflada bajo una falsa mina de hierro.

Un “ojo de águila” menos sutil pero no menos eficiente fue el stratoplane U2 de Estados Unidos que en 1962 fotografió en Cuba las bases de misiles rusos de alcance medio que desataron tal la peor crisis político-militar de la segunda mitad del siglo XX.

Carlos Montalbán, el Capitán Silver y el Ojo de Aguila nos llevaban cada tarde, aviesa pero entretenidamente, a un mundo de conspiraciones y de acechanzas para el mundo libre.

Otros tiempos, otras costumbres.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.

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22-11-24