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Ginebra, considerada ciudad de la paz y de los derechos humanos, se prepara a toda máquina para acoger la cumbre entre los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de Rusia, Vladimir Putin, que requerirá un enorme despliegue de seguridad y medidas sanitarias para evitar cualquier riesgo vinculado al COVID-19.
La ciudad suiza, sede de decenas de agencias de Naciones Unidas y ONG, está acostumbrada a acoger grandes eventos multilaterales, aunque desde hace más de un año esa actividad ha quedado casi paralizada por la pandemia, por lo que la cumbre Biden-Putin marca su regreso a la alta diplomacia.
Pero la primera reunión bilateral entre Putin y Biden es también para Ginebra un recuerdo de los años en los que la ciudad era el centro de negociaciones, tanto públicas como secretas, de la Guerra Fría.
En los años 80 del siglo pasado, cuando la ciudad era un hervidero de negociaciones de paz pero también del espionaje, Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov celebraron su primer encuentro en esta ciudad a orillas del lago Lemán, en 1985.
Con todos estos antecedentes, no es de extrañar que Ginebra haya recibido con una mezcla de ansiedad e ilusión esta cumbre, a la que dedicará un despliegue raras veces visto incluso en una ciudad experimentada en la recepción de mandatarios y la celebración de conferencias internacionales.
La policía, volcada en la cumbre
Las autoridades han revelado que destinará alrededor de 3,000 agentes policiales a garantizar la seguridad del magno evento, mientras que el ejército desplegará unos mil efectivos para apoyar a la policía.
Unos 500 soldados vigilarán en tierra y sobre el agua, con el fin de garantizar que ningún barco surque las aguas ribereñas a la ciudad, y el otro medio millar, pertenecientes a la fuerza aérea, controlarán la seguridad desde el aire.
El 16 de junio, día de la cumbre, habrá restricciones al tráfico en buena parte de la ciudad, por lo que se ha pedido a los ginebrinos y también a quienes viajan a la ciudad para trabajar en ella (incluidos miles de residentes en la vecina Francia) que eviten usar autos privados ese día o trabajen desde sus casas si es posible.
Se cortarán completamente al tráfico las calles contiguas al lago, muchas de ellas vitales para la red de transporte local, y también se perturbará el tráfico de numerosas líneas de transporte público.
“Estaremos en alerta máxima y habrá un significativo despliegue de fuerzas”, subrayó en una rueda de prensa para informar de los preparativos de seguridad la subdirectora de la Policía Federal helvética, Stephane Theimer.
Las medidas de seguridad serán mayores en el Hotel Intercontinental, cercano a la sede europea de las Naciones Unidas y donde se cree que se alojará la delegación estadounidense, pero sobre todo en el parque de La Grange, el recinto de 30 hectáreas donde tendrá lugar la cumbre en si.
Un escenario de época
En lo alto de una colina de ese parque, con vistas al cercano lago Lemán, se encuentra la villa del siglo XVIII que da nombre al recinto y donde se celebrará la cumbre, una elegante mansión que construyó en su día una poderosa familia de banqueros suizos, los Lullin, y que en el siglo XIX pasó a los Favre, famosos armadores.
La Villa La Grange, que normalmente puede visitarse sólo con cita previa y que en la semana anterior a la cumbre fue abierta unas horas a la prensa para mostrar los preparativos, pertenece a la ciudad de Ginebra desde 1917, cuando William Favre legó la propiedad para uso público.
El interior del edificio de tres pisos (el último abuhardillado) conserva aires dieciochescos y decimonónicos, con lavabos de porcelana china, camas con dosel, lámparas de cristal, relojes con decoraciones egipcias o barrocas, y enormes bibliotecas con valiosos volúmenes encuadernados en piel en sus estantes.
Se desconoce el lugar exacto donde Biden y Putin celebrarán sus encuentros, aunque la villa tiene tanto grandes mesas de banquetes, en los que podrían sentarse ambas delegaciones, como pequeñas mesas de mármol ideales para discutir a solas sobre los principales temas que dividen a Moscú y Washington.
La pandemia de COVID-19 obligará a tomar medidas sanitarias especiales de cara a la cumbre, aunque en este caso serán los más de 3.000 periodistas que se espera que cubran la reunión los más afectados, dado que hasta para entrar al centro de prensa tendrán que acreditar que están vacunados o tienen un PCR negativo.
En caso de que no dispongan de ninguno de estos certificados de salud, el centro de prensa dispondrá de pruebas rápidas de antígenos, así que los periodistas también podrán entrar si este test, que tardarán unos minutos en hacerse, da negativo.