La sinvergüencería de los políticos nunca acaba. Se fue la senadora Gusinky, golpeada por la fuerte reacción de la opinión pública en contra suya y también por las mentiras reiteradas que tuvo cuando le preguntaron acerca de si había sido inoculada o no.
También vemos que quien fuera un actor político en Lambaré y posteriormente Fiscal General y ministro del Interior del gobierno de Lugo, Candia Amarilla, se habría vacunado. Todo esto nos demuestra que la sinvergüencería, la pillería de nuestros políticos no tiene límites ni en pandemia.
Cuando vayan a buscar sus votos, recuerden que a ellos les importa muy poco la vida de ustedes y que realmente estarían dispuestos incluso a tener que expulsar a cualquiera en un barco proceloso de navegación y a punto del naufragio, si eso significara salvar el propio pellejo.
Nuestros políticos son sinvergüenzas porque hay un ambiente que también protege a ese tipo de comportamientos, porque tenemos una gran impunidad que no sanciona este tipo de acciones, porque nos contentamos solamente con que renuncien y eso creemos que es suficiente.
El encargado de la región sanitaria que llevó la vacuna en la propia casa de la senadora es un presidente de seccional. Uno se pregunta ¿qué puede saber un presidente de seccional puesto a administrar toda una región sanitaria en la populosa capital paraguaya?.
Todas estas cosas provienen del hecho de que esta persona no hubiera alcanzado jamás el lugar administrativo que tuvo el señor Pintos, si no tuviera la posibilidad de que el partido lo ayudara por algún favor que en compensación tuviera que dar.
Esa es la realidad del país. Los sinvergüenzas son muchos y se reproducen como la cepa de Manaos, para contra ellos lo único que cabe es el repudio social y fundamentalmente, el fin de la impunidad.