El sistema judicial paraguayo es el que más proyecta inseguridad entre cada uno de nosotros. Es imprevisible, es absolutamente venal, eso significa que aquel que no tenga la capacidad de comprarse un fiscal o un juez tiene muy pocas posibilidades de salir de una situación de tipo jurídica.
80% de nuestros presos se encuentran sin condena y eso para mí es una muestra clara y evidente del aplazo de la gestión del Gobierno en términos de administración de justicia.
Muchos de los que deberían estar no se encuentran y los que cometen un crimen en Paraguay sólo en un 1 % son condenados, 99 % zafan, 5 % son procesados y al 95 % nunca les alcanza la Ley.
Hay más de 70 mil órdenes de captura que han sido remitidas a la policía por parte de los actores judiciales, pero ninguno de ellos se encuentra en prisión porque el negocio es encontrar a uno o pedirle dinero para que continúe libre a pesar de ese pedido de captura.
El Paraguay necesita hacer una transformación enorme en el sistema judicial por una cuestión tan imprevisible, tan venal, tan corrupta. No podemos confiar en que nada de lo que hagamos, no solamente como mandantes hacia nuestros mandatarios, sino nuestra relación cotidiana, encuentren la posibilidad de que la justicia sea el amparo y el reparo de la gente.
Es probable que las cosas se compliquen aún mucho más. Una vez que alguien ingresa dentro del pérfido sistema judicial, en donde trasquilar a las personas en proceso ha pasado a ser parte del menú habitual del sistema judicial paraguayo.
