Las manifestaciones de Semana Santa que congregan a una importante cantidad de personas en los templos, tuvo en el caso de Capiatá una muestra más de la falta de comprensión del problema que se pasa a nivel sanitario.
El padre Velasco ha dicho que no hay agenda para Dios y que la convocatoria se hizo independientemente de todos los graves problemas que podrían generar la aglomeración. No siguió los lineamientos de su jefe en el Vaticano, el Papa Francisco, que hace un año dio una alocución en torno al momento en el que estábamos como sociedad global, frente a una plaza de San Pedro absolutamente desierta.
No hubo ninguna convocatoria, ni una agenda, ninguna explicación sobre lo que significa la intermediación de Dios para con sus fieles, nada de eso. El padre Velasco se equivocó en Capiatá y él, a su edad, tendría que tener la sabiduría de poder reconocer.
No le sirve de nada la actitud que tiene de desprecio hacia la vida de los fieles. Indudablemente, el mismo Dios que tenemos los dos no está de acuerdo con que las personas se mueran y menos aún que alguien con sabiduría y con conocimiento impulse a la posibilidad de que eso acontezca.
A veces los curas tendrían que tener un mayor dejo de humildad y reconocer también, en circunstancias como éstas, que la vida es el don principal que nos ha sido otorgado por Dios, en el caso de los creyentes, y por la vida misma, en el caso de los agnósticos.