La educación es una cosa seria en cualquier país que se precie de buscar alcanzar con ella los elementos para superar la pobreza, la desigualdad, la inequidad, la mala calidad de los mandatarios. La educación es la clave, es el mensaje que enviamos a un futuro que no vamos a ver, debemos estar convencidos de que ella es realmente el soporte que permite que los pueblos tengan figuras relevantes en todos los campos del quehacer humano.
Dos tercios de la riqueza mundial se genera hoy en el conocimiento, solamente el siguiente tercio está dominado por la industria y una parte por la agricultura. Cada vez cuesta mucho más valorar el concepto del conocimiento y ponerlo en vigencia.
Los dos países más exitosos en vacunación en estos tiempos son Israel y Chile, ambos han hecho del tema educativo la parte central de la construcción de su propia identidad cultural.
En el Paraguay, sin embargo, no tenemos un apego a la educación, ni tampoco entendemos que ella tiene un valor trascendente no solo para la economía, sino para la construcción de la prosperidad. Si una persona no tiene educación ni conocimiento tiene muchas mayores probabilidades de ser pobre y en Paraguay, el 92% de los pobres extremos no han concluido el segundo grado, nos encontramos muy lejos de los estándares de la educación formal en todo el mundo. Estamos en los últimos lugares y seguimos fallando con ella.
Con el nombramiento de Juan Manuel Brunnetti se demuestra exactamente que la importancia de ella (la educación) es totalmente secundaria. Sabemos que el presidente no está seguro de que pueda terminar la semana con su mandato, pero al menos tendría que haber enviado una señal de que hacia el final de sus días en la Presidencia, la educación sí le importó algo.
