Cristian Nielsen
Sr. Presidente Abdo Benítez:
No se sorprenda por lo que les está pasando a Ud. y a sus cortesanos. No se deje envolver por las nubes de incienso que le hablan de infiltrados en la marcha de anoche. Por encima y más allá de las corridas, la anacrónica caballería atropellando manifestantes, los gases lacrimógenos y los chorros de agua y todo el manual de antimotines desplegado, hay una realidad que ni Ud. ni su cohorte de inútiles podrá borrar:
La gente salió a la calle harta de su horrenda gestión de la pandemia y sus derivaciones. Harta de ver morir familiares y de tener que mendigar medicinas.
Salió podrida de escuchar excusas, argumentos descosidos que nadie cree: “No hay medicamentos disponibles en los proveedores internacionales. El mundo entero está igual” se los ha escuchado decir en una asqueante cadena de vaguedades.
No tome por idiota a la gente, Sr. Presidente. Ese es un error que se paga caro, sobre todo en política.
A ver si puede responder: ¿Cómo hizo Chile para tener vacunada ya casi un tercio de su población de riesgo? ¿No será porque tiene un Gobierno y una gestión profesional, que priorizó en serio, y no de palabra, la salud de los chilenos por encima de cualquier otra cosa? ¿Dónde consiguieron los chilenos tantas vacunas a tiempo, tantas que hasta tuvieron la generosidad de regalarnos 20.000? Claro, eso se llama capacidad de gestión, algo que Ud. y sus adláteres, Sr. Presidente, parecen desconocer por completo.
La gente salió a la calle a putear al Gobierno porque los médicos, las enfermeras y el personal de blanco ya no sabía que decirle frente al familiar enfermo y a punto de morirse.
Tan hartos como ellos, esos médicos y enfermeras, con las manos vacías y desencajados de furia, salieron a manifestarse lado a lado con la gente porque ya no tenían lo más elemental para salvar la vida de sus pacientes.
¿Es que Ud. y su circulo rojo, Sr. Presidente, no vieron las fotografías, los videos, la ira de miles de personas que veían llegar la muerte porque sus médicos estaban inermes frente al virus? ¿Qué canal veían, Sr. Presidente, Sr. Villamayor, señores ministros? ¿Fox Sport?. O peor aún: ¿Vieron los noticieros y se encogieron de hombros?.
Hay antecedentes. Recuerde Ud. Sr. Presidente, su guarango “mo’o piko che aikua’ata” de los otros días y el igualmente ofensivo “me resbala” de su ministro de Salud Pública.
¿Dónde creen que están todos ustedes, en el Olimpo griego, a salvo de los olores de la putrefacción que los rodea?.
Esta es la verdad:
Estuvieron jugando con la vida de la gente y perdieron.
No supieron gestionar por puro inútiles, y perdieron.
Pretendieron achicar el barco que se les hundía tirando por la borda un par de perejiles.
Y perdieron.
Ahora es tarde. Lo es, por encima y sobre todo, para miles de paraguayos que agonizan en las terapias.
¿Sabe qué, Sr. Presidente? Consiga vacunas, llene los hospitales de remedios y tal vez, sólo tal vez, la gente le perdone a Ud. y a su camarilla tan miserable gestión de salud pública.
Ah, y veremos si tiene el valor de romper el cerco de los intereses de las grandes farmacéuticas que lo ahogan a Ud. y a toda su administración de salud. Rompa esa rosca mafiosa, anímese y verá que los medicamentos, y hasta las vacunas, aparecen como por milagro.
Vista los pantalones y hágalo. Defenestrando un par de grises burócratas no va a lograr nada. Nadie se traga esos gestos histriónicos.
El país espera acción, que aparezcan los medicamentos y que la vacunación sea masiva.
Si no lo logra, pídale a su iglesia que le gestione, por allá arriba, indulgencia plenaria.
Va a necesitarla.