En estos momentos tenemos un presidente de la República absolutamente ausente. El que se dijo que sería como la gente ya no escucha a nadie, sólo se escucha a sí mismo y a unos cuantos a dulzones cercanos.
Abdo Benítez ha entrado en lo que se denomina el discurso hermético. Solo escucho lo que me gusta y sólo digo aquello que confirma mis mejores pronósticos, aunque no sean de verdad.
La única verdad es la realidad, se repetía con mucha verdad y acierto también en otras ocasiones. Es el tiempo también de pensar seriamente acerca de qué tipo de madurez emocional tiene el presidente, qué nivel de edad biológica y mental van de la mano para enfrentar una circunstancia de este tipo.
El Presidente de la República tiene que salir a hablarle a su pueblo. No es de recibo que hablen personas de segunda, tercera o cuarta línea y que sean ellos los únicos responsables del fracaso de su gobierno.
Si el Presidente no da la cara, terminará generando un absoluto nivel de consenso de que el gran problema del Paraguay se llama Mario Abdo Benítez y habrá un coro general de este país pidiendo que lo eche del cargo.
El Presidente en la medida que se refugia en su silencio sólo incrementa los niveles de crispación, enojo y repudio. Por el bien del país y del suyo, debe dar la cara.