La mujer paraguaya ha sido muy elogiada a lo largo de todo el período histórico que ha pasado esta nación. Ha sido la mujer que reconstruyó esta nación después de la guerra grande, que acabó con el 85% de la población masculina y que llevó al elogio del Papa Francisco de afirmar que era la más gloriosa de América porque salvó su patria, su lengua, o sea, su cultura y también su concepto de fe.
En todo eso se resume también muchas de las características de mujeres que necesitan todavía encontrar un espacio a la altura de los derechos iguales que se establecen en nuestra Constitución.
La mujer paraguaya todavía no cobra igual ingreso económico por iguales tareas que un hombre. Vemos que el nivel de representación en el Congreso sigue siendo notablemente bajo para una población, en este momento, ya con mayoría de mujeres.
Deberíamos también ver por qué hay tantas mujeres en las universidades que se gradúan y que no ocupan los lugares de privilegio. También el por qué hay mujeres como la fiscala Sandra Quiñonez, que no honra la condición de mujer ni eleva la categoría del servicio público desde ese cargo, al contrario, con su comportamiento va denostando lo que muchos por mucho tiempo creyeron que eran valores que las mujeres tenían en cantidades superiores a las de los hombres.
Necesitamos recuperar el sentido de voluntad y de vocación de servicio en todos los sectores y, en ese sentido, las mujeres tendrían que tener un compromiso también mucho mayor con sus propias congéneres, exigiendo, demandando y también ocupando los espacios públicos desde donde nos puedan dar una visión distinta de cómo se administra la cosa pública.