He trabajado en la sociedad civil la mitad de mi vida. Estuve vinculado a más de 30 organizaciones y a unas 10 iniciativas ciudadanas en estos años, donde he aprendido mucho y me queda toda una vida para seguir aprendiendo.
Desde buscar la obtención del boleto estudiantil cuando era adolescente, hasta la transformación educativa en el país, cuando uno busca genuinamente (al menos desde sus limitaciones) incluir voces de todos los actores, pareciera que algo se distorsiona en algún momento. Al conformar un grupo “de confianza” con una propuesta de cambio, a quienes primero acudimos, de manera quizás inconsciente, es a nuestras personas afines o similares, lo cual es natural. Cuando ya aseguramos ése cupo de personas similares a uno, abrimos la mirada a personas nuevas, aunque no hablemos precisamente de diversidad. Y si llegamos al punto de conformar una estructura al menos levemente diversa, no se logra conversar en los mismos niveles de expectativas y eso termina en que el grupo se va depurando, dejando nuevamente a “los iguales”.
Cuando se abre paso a la consigna “queremos cambiar el país”, algo que, a fin de cuentas, gran parte de la población anhela y pareciera ser una premisa tan abarcativa que vuelve fácil un consenso. En ese momento descubrimos que estamos fragmentados y desconectados. ¿Queremos cambiar el país?¿Desde qué prioridades y acciones puntuales? Ahí empieza un dejavu de conversaciones ocurridas miles de veces y conversadas con este grupo homogéneo de personas que simplemente cambian de sombrero.
Una de las grandes barreras de estos procesos es que, incluso entre similares, resulta muy difícil construir consenso, ya asumiendo que, a esta altura, aquél grupo inicial ya se disolvió por la incapacidad de hacer un mapa de prioridades y establecer metas en conjunto.
¿Debemos acaso rendirnos y no buscar construir desde la diversidad? De ninguna manera. Lo que debemos apuntar es a generar ciudadanos más abiertos al diálogo, al consenso, a la plasticidad cerebral de postergar sus prioridades en pos de prioridades colectivas y a comprender que la verdadera riqueza nace del encuentro con lo diferente.
