Cualquiera pudiera pensar que toda vez caída la URRS en 1989, la puja latinoamericana entre el socialismo y las democracias liberales terminó y con ello también la agenda expansionista de Fidel Castro, con su típica agenda de revolución y guerrillas para derrocar los gobiernos.
Nada más alejado de la realidad, simplemente su estrategia mutó. la misma agenda socialista se encuentra en el Foro de Sao Paulo, donde la izquierda populista, radical y antidemocrática cuenta con estructura, fondos y sistemáticamente avanzan en la conquista de sus objetivos.
Lo observado en Colombia con la reemergencia de las FARC y la crisis ecuatoriana donde en nombre de los “pueblos nativos” se pudo apreciar una organizada acción cuya violencia fue tal que sitió al gobierno de Moreno en Quito, obligándolo a retirarse a Guayaquil. Más tarde, los mismos indígenas se desmarcaron de esos manifestantes por su nivel destructivo y criminal, como ataques a periodistas, quema de edificios públicos más uso de morteros.
Un poco antes, encontramos que el proyecto Bolivariano de Chávez nunca estuvo aislado, como lo fueron las experiencias de Bolivia con la narco-autoritarismo de Morales, y las experiencias anti-institucionalistas y continuistas de Honduras en el 2009 con Manuel Zelaya e incluso Paraguay con Lugo en el 2012.
En crudo, la evidencia es concluyente, el llamado socialismo del siglo XXI no es más que la mutación de la vieja agenda comunista de los Castro, que la ayuda soviética para pasar a lo que sería su estrategia de financiamiento más eficiente, el tráfico de drogas con la alianza perfecta: Pablo Escobar en Cali, las FARC en Colombia y Cuba.
Finalmente, hoy la dupla cubano-venezolana son verdaderos Estados Forajidos que amparados en su soberanía utilizan sus aparatos estatales para realizar sin ningún tipo de estupor, actividades del crimen organizado trasnacional y a la vez, generar mecanismos para socavar los gobiernos de las democracias restantes de la región.