El 2020 nos ha dado varias cachetadas en lo que respecta al manejo de la información y a los mensajes (errados y ausentes) de distintos representantes del Gobierno Nacional, no quedando libres de culpa gremios, sector privado y sociedad civil.
Desde un Marito que prometió rodar cabezas, que decidió optar por el mutismo durante los incendios que consumieron miles de hectáreas en nuestro país, pasando por un Mazzolenni que aterró de tal o cual manera a la población, mientras se le escapan millones de dólares de las manos, con procesos tibios para los supuestos implicados en la rosca mafiosa de adquisiciones durante el periodo de emergencia nacional. Ni qué hablar de los comentarios del Senador Zavala, sobre casi cualquier tema, la Senadora Zulma Gómez intentando adelantar la Navidad, con armas de fuego sobre la mesa, entre otras picardías de quienes tienen un acceso más inmediato al micrófono y a los titulares.
La última gran cantinflada comunicacional es para un consumidor frecuente de este tipo de acciones: El Arzobispo Edmundo Valenzuela.
“Que la salud no sea el nuevo ídolo” refirió durante la misa crismal en la explanada de la Catedral de Asunción, haciendo énfasis en que la salud no se puede superponer a otras cosas de valor nacional. Por más que sea una brutalidad realizar este tipo de declaraciones, Valenzuela no da puntadas sin hilo, ya que uno de los temas más mediatizados de la última semana tiene que ver con las conversaciones del Operativo Caacupé donde, la Iglesia que tanto ha sufrido su cierre de templos durante la pandemia, parece que se niega a dar el brazo a torcer con respecto a su olla de oro al final del arcoíris de cada 8 de diciembre.
Lo hermoso de la libertad de expresión es que uno puede decir lo que quiere (aunque es una verdad a medias en nuestro país), pero me encantaría saber a quiénes escuchan estos voceros e interlocutores, porque no son improvisadores, son personas con equipos de trabajo, asesores y otros, varias de sus líneas discursivas no pasarían el filtro de alguien con un mínimo de criterio sobre empatía y realidad nacional.
La realidad se construye desde el lenguaje, no es un tema menor seguir permitiendo que las autoridades sigan destruyendo la moral, los procesos, los sueños y las aspiraciones solamente porque no han tenido la capacidad de asesorarse de manera adecuada o de escuchar las voces de los tiempos.
