Comentario 3×3
Por Benjamín Fernández Bogado
La política exterior paraguaya está en entredicho en torno a las interpretaciones acerca de quiénes deben ser los que representen los intereses nacionales, y debe ser un cuerpo profesional o debe estar integrado también por políticos, y en esto hay una eterna lucha por los cargos, por las prebendas, por la canonjías, y es la lucha personal que establece también la senadora Lilian Samaniego, buscando cambiar la fórmula del ingreso y la permanencia en el cuerpo diplomático a través de exámenes de suficiencia que deban pasar sus interesados.
Aquí deberíamos también preguntarnos quiénes son los que mejor sirven a los intereses del país, qué política exterior realmente tenemos, cuál es el verdadero propósito que tiene aquel o aquella que abraza la carrera diplomática en el sentido de servir a los intereses nacionales, y de qué forma estos intereses nacionales comulgan con los intereses políticos que muchas veces resultan ser subalternos a los intereses nacionales.
Eso lo hemos vivido en el acuerdo firmado con el Brasil por el Acta de Itaipú el año pasado, que casi le costó la presidencia al actual titular. Uno de sus principales voceros oficiosos de ese tema es ahora el canciller nacional. La diplomacia paraguaya no se ayuda tampoco demasiado para lograr el propósito de ganarse la adhesión de la gente sobre la suficiente demostración de capacidad, honradez y patriotismo. Necesitamos saber para qué sirven y luego vamos a buscar a los más idóneos, a los más capaces en función a los grandes intereses que todos debemos tener.
