Llamaradas de hasta seis metros de altura retocaban con su pincel de humo el cielo asunceno y sus alrededores, calor agobiante y ambiente pesado. “Va a llover” exclamaba la gente que veía el manto gris en el cielo. No eran nubes, era humo, combustión de uno de los últimos pulmones disponibles de la capital.
Hace semanas que nos estamos quemando. Muy por desgracia, se aplica la milenaria pregunta de la filosofía budista: «Si un árbol cae en un bosque y nadie está cerca para oírlo, ¿hace algún sonido?». Lo ocurrido en el Parque Guasu Metropolitano es solamente un botón de lo que está ocurriendo en todo el país. Multipliquemos las treinta hectáreas consumidas diez mil veces y ahí tendremos un número aproximado de lo que estamos perdiendo de bosques este año por causa de los incendios, pero al parecer, luego de la tragedia del Parque, descubrimos que esto está sucediendo.
Tuvimos que ver el árbol en llamas, los animales escapar, sentir su calor sofocante y verlo arder hasta casi consumirse por completo, para indignarnos y darnos cuenta que la cosa viene en serio y que, la falta de amor propio y excusas “culturales”, como la de quemar basura, pueden derribar milenios de sabiduría natural y poner en peligro la vida. Resuena en mi cabeza la voz de una oyente que enojada llamó a la radio –“Los paraguayos siempre quemamos basura y vamos a seguir quemando”- justificándolo como patrón cultural y ofendida por atribuirle a la quema de basura lo que está pasando en el país. Si todos los paraguayos pensamos igual que esta señora, estamos indefectiblemente condenados a la extinción y, me parece que sea positivo que nos extingamos si no somos capaces de cambiar lo que justificamos como cultural, para empezar a tener comportamientos más conscientes con respecto al cuidado de nuestro ecosistema. “La peor lucha es la que no se hace” reza un enunciado marxista.
En este caso, hemos vivido a flor de piel la pregunta sobre el árbol en el bosque, ojalá no necesitemos más hechos de este tipo para empezar a tomar acciones sobre lo que ocurre en nuestro país y de antemano busquemos soluciones para no lamentar nuevas tragedias, simplemente asumiendo que las cosas ocurren porque deben ocurrir.