Juan Pablo Fernández Bogado
Si en Paraguay tenemos unos días con noticias intrascendentes, de seguro en cualquier momento algo ocurrirá y ayer fue uno de esos días, un festejo de bodas no permitido en plena pandemia y el inesperado «canto» del ausente «Hermano del Alma» a la boda. Haciendo un paralelismo, una historia que apareció publicado en un diario, cuenta un suceso hacia los años 20 decía lo siguiente.
“Manny Sullivan era un oscuro traficante de whisky en los sedientos Estados Unidos de la década del »20. Al igual que a otros miles de contrabandistas, la llamada Ley Seca, le había permitido ganar miles de dólares con un mínimo esfuerzo. Pero no fue por su carrera criminal que pasó a la historia, sino por la forma en que la Suprema Corte resolvió su caso: en mayo de 1927 lo condenó a pagar impuestos por las ganancias que obtenía contrabandeando alcohol.
La resolución fue muy cuestionada. ¿Cómo podía ser que el Estado cobrara impuestos por el producto de una actividad ilegal? Pero, las críticas se acallaron en cuanto las autoridades se dieron cuenta de que las nuevas reglas de juego podían convertirse en la herramienta ideal para encarcelar al mafioso más sangriento, poderoso y escurridizo de la historia norteamericana: Al Capone, el Enemigo Público Número 1.
No se equivocaron. Eliot Ness, el famoso jefe de «Los Intocables», no pudo obtener pruebas para juzgar a Capone por sus crímenes. La persecución impositiva terminó siendo la clave para destruirlo: el caso Sullivan permitió que, el 24/10 de 1931 —hace 70 años—, el gran capo mafioso de Chicago fuera condenado a 11 años de cárcel por no pagar impuestos sobre sus ganancias. Fue el fin de su imperio.
Lo sacaron esposado de la sala. Antes de salir, se encontró con Ness. «Algunos tienen suerte. Yo no. De todas formas, el negocio me estaba generando demasiados gastos. Deberían legitimarlo», dijo Capone. Ness respondió: «Si fuera legítimo, vos te alejarías de este negocio». Fue la última vez que se vieron. Y todo por culpa de un sucio traficante llamado Sullivan.
¿Moraleja? …