Por Benjamín Fernández Bogado
Una de las cuestiones que ha saltado la semana pasada, el levantamiento de los pueblos fronterizos dedicados al comercio como Pedro Juan Caballero, Saltos del Guairá, Ciudad del Este y también Encarnación, donde el cierre de fronteras les ha golpeado de manera notable. Lo sorprendente es que el contrabando ha seguido gozando de muy buena salud, lo que es llamativo, sabiendo supuestamente de que las fronteras han sido clausuradas y no hay espacio para el llamado comercio de frontera o de compras. Esto también nos lleva a la conclusión de siempre de que hay una gran colusión de las fuerzas encargadas de la seguridad fronteriza, en este caso los militares y muy específicamente los de la Armada en la zona de la Triple Frontera.
Ahí tenemos todavía un caso mucho más grave, ya que el comandante de la Armada, el hermano del vicepresidente Hugo Velázquez, había sido ya sacado del Ejército y luego de haber hecho campaña política por su hermano, volvió a ser reincorporado y colocado como el comandante de la Armada. Esto ha sido un duro golpe. Una institución disciplinada, verticalista y no acostumbrada a estas violaciones a la norma.
Si no tenemos una altura moral, es poco probable que tenga la autoridad de carácter legislativo o de potestad en una zona donde el contrabando golpea severamente a la industria local. Cuando estamos proponiendo el consumo de las cuestiones producidas a nivel local, estamos viendo que el contrabando de varios tipos de producto continúan ingresando al país. Esto demuestra el grado de porosidad y más que todo eso, de corrupción de los organismos encargados de evitarlos.
