Por Benjamín Fernández Bogado
El desarrollo de los pueblos tiene que ver mucho con la historia y en base a la historia, los valores que venimos heredando de esas experiencias. El 14 de julio del año 1789 los parisinos tomaron la prisión de la Bastilla bajo el grito conjunto de «libertad, igualdad y fraternidad». Estos tres conceptos, que después se trabajaron como idea fundamental para estructurar las democracias en el mundo occidental y tratar vanamente de exportar el modelo a otros países, nos debe llamar a la reflexión acerca de qué tanto hemos alcanzado la libertad, la igualdad y la fraternidad. Cuánto ha sido aún el camino que queda por recorrer de cara hacia el futuro en torno a estos tres conceptos de la Revolución Francesa. Cómo estamos en materia de libertad, cómo nos regimos en términos de igualdad y cuán lejos aún estamos de construir la añorada y anhelada fraternidad.
Algunos afirman que hemos hecho avances portentosos en las dos primeras cuestiones, pero que nos falta mucho para lograr la anhelada fraternidad como una prueba de que realmente el mundo está regido por valores universales a los que les damos trascendencia y nos animamos a cumplir entre todos.
Si el 14 de julio fue el grito de la independencia, de la libertad, del deseo de encontrar en ese espacio natural del ser humano que es la libertad, un punto de inflexión de cara hacia el futuro, hoy en el Paraguay ese grito nos llama a convocarnos en torno a la refundación de la República y acabar, como lo hicieron los franceses en 1789 con el viejo régimen, el viejo sistema que cruje pero no termina nunca de caerse en nuestro territorio.
