Comentario 3×3
Por Benjamín Fernández Bogado
El inicio del periodo legislativo en el Paraguay acontece cada primero de julio en que el presidente da un informe que en cualquier país haría parar los oídos a toda una nación esperando escuchar los lineamientos que el Ejecutivo tiene con referencia a los meses por venir.
En el Paraguay no ha sido nunca una trascendencia mayor que el simple relato de las cosas hechas y las promesas por hacer. Más que eso, un discurso dirigido a la nación debiera ser de motivación extraordinaria en estos momentos nada ordinarios de vivir en pandemia.
Deberíamos encontrar en la voz del presidente una palabra que realmente guíe, que oriente, que muestre el horizonte en medio de la nebulosa en la que nos estamos debatiendo en el ámbito económico, social y político.
El Paraguay ha demostrado una clase política bastante limitada en tiempos ordinarios y se agravaron los problemas en términos de pandemia, los problemas estructurales del Estado con muchísima corrupción en su seno, con una gran cantidad de supernumerarios cobrando un dinero por el que no se merecen estar en dichos lugares sin idoneidad y fundamentalmente viviendo durante estos últimos días en condiciones superiores a las de sus mandantes que han perdido sus empleos y que apenas sobreviven en los tiempos actuales.
Necesitamos una voz orientadora, una palabra que nos haga ver qué es lo que hay que trabajar para conseguir los grandes retos que todavía podemos imaginarnos en estos tiempos. Estos son tiempos también de orientación en lo económico, saber y entender cuál es el rumbo que el Paraguay debería tomar en condiciones como esta y no ser simplemente una fecha más en el calendario administrativo y la asunción de un nuevo presidente en el Senado.
