Comentario 3×3
Por Benjamín Fernández Bogado
En un país que fue víctima de un genocidio extraordinario en 1870, hace 150 años nomás, y que tuvo que reconstruirse de la mano de mujeres, la figura del padre es una figura absolutamente secundaria en la sociedad paraguaya, y sus costos son enormes. La pobreza es básicamente una estructura monoparental donde existe solamente una mujer como cabeza de familia.
El 93% de la pobreza paraguaya no tiene padre en la estructura familiar. Si miramos las mismas estadísticas en términos de analfabetismo o si comparamos la cantidad de personas recluidas en nuestras cárceles que suman casi 15 mil se reproduce el mismo patrón. El Paraguay es un país sin padre, y eso tiene un costo enorme en toda nuestra estructura y funcionamiento de carácter social.
Si la madre es la que contiene y la que da cariño, el padre es el que induce al riesgo a tomar con coraje los distintos momentos de la vida, y ante la carencia de lo segundo, realmente el pueblo termina siendo bastante sumiso y servicial ante quien tenga el poder político de turno. Alguna vez tendríamos que escribir un libro de cómo se construyó un país sin padres, algo que admira el Papa Francisco, la condición de la mujer, pero deja en un segundo plano a la cuestión de la figura del padre.
El 52% de la paternidad paraguaya es irresponsable. Eso significa que no se asume la condición de padre en la formación, en la crianza y menos aún en la estructuración familiar. Un padre no valorado termina siendo un personaje secundario que termina siendo primero opereta para finalmente acabar en una tragedia.