La amenaza como un peligro latente de que un evento físico de origen natural, causado o inducido de forma premeditada de manera accidental es común. Se presenta con severidad suficiente para causar pérdida de vidas, lesiones u otros impactos en la salud, así como también daños y pérdidas en los bienes o infraestructura.
La vida siempre estuvo, está y estará llena de amenazas para cualquiera. La historia humana concentra varios acontecimientos de serias amenazas a nuestra vida; accidentes naturales, epidemias, guerras, inseguridad, mala gestión política o cualquier hecho o herramienta mal utilizada que traen consigo pérdidas muy grandes.
Asi fue fue el uso de la bomba nuclear en varios lugares del planeta. Creada por el estadounidense Robert Oppenheimer en 1904.
Una herramienta bélica que posee muchas consecuencias cómo:
- Efectos inmediatos: La explosión, la onda térmica y la radiación instantánea pueden causar lesiones y muertes. La radiación puede afectar a los seres vivos incluso si se encuentran en vehículos o instalaciones blindadas
- Efectos a largo plazo: La radiación puede causar enfermedades como cáncer de mama, esófago, colon y pulmón. También puede provocar malformaciones fetales y alteraciones cromosómicas que se transmiten a generaciones futuras.
Según una superviviente de Nagasaki: “El riesgo de que las armas nucleares sean utilizadas está aumentando en Ucrania y Oriente Próximo”. Algo que debemos tomar muy en serio por las consecuencias que representa para nuestro presente y futuro el uso de armas de este calibre.
Se estima que para diciembre de 1945 murieron unas 110 mil personas en las ciudades japonesas donde detonó. Otros estudios afirman que la cifra total de víctimas fue de más de 210 mil. Masako Wada es miembro de Nihon Hidankyo, la organización premiada con el Nobel de la Paz, formada por víctimas de los bombardeos de Hirsohima y Nagasaki. Ella ha reflexionado y declarado el riesgo que corre la humanidad si se volviera a hacer uso de esta bomba entre países con diferencias que no sirven. Wada es una japonesa sobreviviente del bombardeo atómico de Nagasaki en 1945.
Una guerra imprevisible
Moscú cuenta con 5.889 ojivas nucleares, la cifra más alta del mundo, según la Federación de Científicos Estadounidenses. Un poco detrás, con 5.244, están los EE.UU. La semana pasada, el presidente ruso Vladimir Putin anunció un plan para cambiar la doctrina nuclear de Rusia. Dijo que Rusia estaría preparada para utilizar un arma nuclear en respuesta a un ataque con armas convencionales. Respuestas nada equilibradas, justas o equitativas por los efectos que tiene el lanzamiento de una bomba nuclear donde sea.
Una lucha entre naciones en Eurasia puede concluir en una tercera guerra mundial. Un miedo de algunos críticos de lo que ocurre entre Ucrania y Rusia. Que quizá por el frío existente en estos lugares se dan calor haciendo uso de armas de fuego que no sólo traen consigo calor sino ruido y destrucción de infraestructuras y vidas humanas.
El propósito de Putin es influir en Washington sobre la cuestión concreta de si debe concederse la petición de Ucrania de utilizar sistemas de armas estadounidenses contra objetivos dentro de Rusia, y más en general persuadir a los líderes occidentales para que se tomen más en serio las amenazas de Putin. Su problema es que es incapaz de describir situaciones, por muy beligerante que sea su retórica, en las que el uso de armas nucleares tendría sentido. Que aunque esté en su intención darle uso no tiene sentido ni razón hacer uso de estas armas entre los humanos que poblamos el planeta y solo deseamos existir en el mismo sin más discriminación, guerras o conflictos de lo que sea por lo que sea.