La libertad académica o libertad de cátedra es el derecho a la libertad que corresponde a los estudiantes y profesores para poder aprender, enseñar, investigar y divulgar el pensamiento, el arte y el conocimiento, sin sufrir presiones económicas, políticas u otro tipo por ello.
Antoine Reverchon reflexiona acerca del tópico; “Las libertades académicas están cada vez más amenazadas en un mundo de crecientes tensiones geopolíticas”, Uno cree que los únicos bajo riesgo en un tensión geopolítica, que son conflictos y rivalidades entre naciones o regiones que surgen de sus intereses geográficos, políticos y económicos, son los periodistas, políticos o intelectuales que piensen y actúen contra dichas tensiones. Los conflictos y rivalidades entre naciones o regiones que surgen de sus intereses geográficos, políticos y económicos, más en dicho grupo también se encuentran personas involucradas en el mundo académico; directores, maestros y estudiantes de cualquier instituto de formación.
En territorios en guerra o bajo regímenes dictatoriales, los periodistas y trabajadores humanitarios suelen ser amenazados, secuestrados, arrestados, a veces asesinados o, más mundanamente, se les impide hacer su trabajo.
Amenazas reiteradas
Ahora desafortunadamente el mundo sigue teniendo conflictos bélicos o se dan diferencias pronunciadas entre vecinos de alguna región del planeta que no empiezan o terminan con bombardeos o uso de plomo contra algún lugar o alguien en particular sino cualquier conflicto armado siempre continua en la historia cuando se recuerda o piensa en ello. Estos son ejercicios muy practicados al momento de educar o aprender lo que sea, que habitualmente molestan a dictadores que les molesta tener personas externas al gerenciamiento del poder cuestionando su “trabajo”, no solo a través de medios de comunicación sino también educando otras mentes.
Un trabajo noble si lo enseñado y aprendido responde a necesidades particulares de algún momento y lugar específico.
Ahora esos sitios de enfrentamiento son entre Israel, Gaza, Ucrania, Rusia y entre otros países que no llegan a fijar una relación de paz entre su población sino de odio y separación que no sirve para integrar, informar, sanar o educar bien y en calma, tareas que benefician a quienes sacan provecho de lo ofrecido por las profesiones o ciencias humanas. Las mismas que para algunas personas no pueden llamarse ciencias porque no están basadas en métodos, fórmulas o códigos existentes en las ciencias exactas que también tienen su función y utilidad positivas si son usadas para construir, diseñar y aplicar para responder a demandas humanas. Porque somos una de las pocas condiciones de seres vivos con la capacidad para reflexionar, comunicarnos, interactuar y trabajar juntos por objetivos comunes y el dañar la salud o matar al prójimo no puede ser un objetivo humano coherente entre personas que demos valor a la vida.
Existen, por supuesto, numerosos precedentes, desde la muerte en cautiverio en 1986 en el Líbano de Michel Seurat, sociólogo del CNRS secuestrado en 1985 . La detención de la politóloga franco-iraní Fariba Adelkhah en Irán, de 2019 a 2023 , y la condena, el 14 de octubre, a tres años de prisión en Rusia del investigador francés Laurent Vinatier , especialista en el Cáucaso, son ejemplos más recientes. Ahora quizá existan más casos que desconocemos de estudiosos y estudiantes que también fueron agredidos por el simple hecho de enseñar o aprender algo que vayan en contra de regímenes que promueven conflictos geopolíticos. Para tenerlo en cuenta de verdad.