El silencio es la inexistencia de sonidos o ruido, Existen momentos naturales en los que no existen o no debería existir nada que estimule a nuestros oídos cómo cuando descansamos, estudiamos o trabajamos para evitar distracciones o que cosas exógenas atrapen nuestra concentración y nos roben tiempo o la oportunidad de hacer uso de alguna idea que gracias al silencio y paz hemos podido desarrollar, y es a su vez una oportunidad para crear y hacer uso de cualquier idea que nos surja.
Y no solo utilizarla sino socializarla, así es hacer ese ejercicio orgánico para nosotros. los seres vivos gregarios, que nos congregamos o lo hacíamos en algún momento y espacio específico para dialogar, charlar o socializar.
No me considero un mayor de edad, apenas soy un millennial,no quiero sonar a ser parte del “viejazo”, pero ese grupo etario tiene razón al destacar que sus hijos, sobrinos y nietos ya no hablamos cómo lo hacían ellos. Algo que nos debe llamar la atención y hacer que nos revelemos ante la fuerte calificación de ser un grupo de personas de “largos silencios”, o gente que ya no hablamos cara a cara y ni haciendo uso de canales existentes en la red internacional, hay un dilema con el sentirnos expuestos y ser escuchados o vistos ante cualquiera donde, cuando o por donde sea.
Recuperar la conversación
El homo “sapiens” ha llegado a dicho título por nuestra capacidad de saber o conocer bien cualquier ciencia que sirva para responder demandas humanas, que no se deben limitar a desarrollar una investigación y publicarla sino sobre todo a socializarla. He ahí nuestra marcada diferencia con otros seres vivos, que podemos comunicarnos entre nosotros para presentarnos, identificarnos e intercambiar pareceres, información y conocimiento el uno con el otro, para que sirva a todos por igual para mejorar la calidad de vida de la comunidad.
La palabra cómo la leen aquí también va perdiendo su utilidad y uso normal, nos estamos acostumbrando a comunicarnos en el idioma emoji o haciendo uso de rostros, imágenes o stickers para expresar una idea y lo que puede tener un efecto más real cómo el -¿buen día, ¿cómo has amanecido?- y así iniciar o continuar ese típico diálogo del que han surgido espacios y tiempos cómo “el café”, “bar” o cualquier sitio o instante en el que podamos quebrar esos largos silencios.
Esto ya parece ser parte solo de la identidad paraguaya sino desafortunadamente incluso ya mundial. Porque uno al estar chateando o “conversando” con un extranjero nota que sus tiempos y ganas de iniciar o continuar una charla son pocos o carecen de la fuerza necesaria para motivar al interlocutor para que responda con velocidad e inteligencia cómo lo haría un tenista o jugador de volley.
Es indudable el valor de una charla amena que al poder identificarnos en los grupos sociales o con quien hablemos establecer una tácita regla de paz y concordia porque no estaríamos hablando bien con gritos, humillaciones o malos tratos sino sobre todo con calma y parsimonia para lograr pensar y escoger bien las palabras y expresiones que se ajusten al tema en sí. Hay que recuperar la palabra que enriquece y que nutre huyendo de los largos silencios de soledad.