Hace poco se hicieron las elecciones presidenciales en Venezuela, país sudamericano que nos preocupa por encontrarse siempre cerca de nosotros por sus recursos de petróleo y la deuda que tenemos con ellos. Eso nos lleva buscar noticias, opiniones y datos que hagan referencia a la “vinotinto”, no solo para saber de su fútbol sino sobre todo lo que hace posible la existencia de deportes, espacios para desarrollarlos, cómo de la educación, salud y lo que sea necesario para el habitante de cualquier país. Ahora lo que importa es aceptar la victoria de Edmundo González sobre Maduro en las elecciones del 28 de julio.
Se espera tener gobiernos eficaces, honestos y preparados para servir bien a quienes hemos elegido al candidato que nos haya parecido oportuno que administre y gestione la cosa pública para el beneficio de la población que una vez el gobierno haya empezado y desarrollado sus planes puede seguir apoyando sus iniciativas y no migrar a lugares más estables y seguros para encontrar trabajo, salud, y lo que sea útil para cualquiera persona como pasa hoy en Venezuela. Lo que esperamos tener son gobiernos y estados coherentes con sus promesas para evitar dejar nuestros hogares y vivir experiencias desagradables fuera de casa.
La permanencia de un régimen autoritario como el de Nicolás Maduro, según analistas políticos, depende en gran medida de las fuerzas de seguridad gubernamentales que tienen cómo principal función en cualquier país el proteger la vida, la integridad, la seguridad y la libertad de las personas y entidades y de sus bienes de cada país y no entrometerse en cosas relacionadas a elecciones.
Un presidente en su laberinto
El presidente Nicolás Maduro, el líder autoritario que ha estado en el poder desde 2013, se ha declarado ganador de otra elección que los observadores internacionales han calificado de no democrática. Sus fuerzas de seguridad han arrestado a cientos de oponentes políticos. Y las nuevas protestas contra él parecen estar perdiendo fuerza.
Hecho que nos lleva a concluir que el actual presidente venezolano otra vez sufre el síndrome de Hubris que se considera más bien un subtipo del trastorno narcisista de la personalidad que desarrollan grandes políticos o demás personas poderosas. Nombre que tiene la adicción al poder.
Son mandatorios con inclinación a la grandiosidad, con aspiraciones casi mesiánicas y con una intensa incapacidad para escuchar a su entorno. Todo presidente tiene muchos ángulos que cuidar no solo en cómo se vea o lo que diga sino lo que diga su gabinete, poderes cómo el legislativo, judicial y ejecutivo que existen para equilibrar la existencia de cualquier democracia cómo lo planteado por un filósofo político francés, el Barón de Montesquieu en 1748. 276 años que supongo es suficiente para entender para qué y cómo deben trabajar los poderes para juntos hacer posible poder hacer buenas políticas que sean útiles para el ciudadano o demos de cualquier democracia.
Tiempos recios
Los venezolanos vienen de gobiernos populistas y autoritarios desde 1999 con Hugo Chávez.Tiempo que parece no fue suficiente para sedimentar bien la idea de democracia en la mente de políticos o ciudadanos venezolanos que se manifestaron contra lo planteado por Nicolas Maduro que no tuvo mejor respuesta que golpearlos y apresarlos en una “democracia” que tendrá una vez más a su conocido director por otro periodo presidencial hasta el 2030 o hasta que “estire las patas” cómo dijo un amigo, que esperemos esté equivocado y Venezuela tenga algo de oxígeno que le permita reducir los migrantes que tiene desde hace tiempo y lograr hacer retornar a quienes hayan decidido dejar su casa desde que existió Hugo Chavez, a quien se lo conocía cómo El Arañero de Sabaneta o el Comandabre que nunca ha dejado de arañar exageradamente a quien se entrometa con sus formas de gobierno.
Venezuela merece una oportunidad democrática y el mundo lo debe acompañar.