Existen tragos en el mundo que han nacido por las condiciones climáticas, cultura de su población o lo que haya condicionado su aparición. Así cómo nuestro tereré, el mate argentino, el gin inglés o el vodka ruso. Hoy día dada la “globalización” no existe frontera ni límite para diferenciar el gusto, momento o lugar en que bebamos algo específico. Horas atrás celebramos la Navidad y es habitual en la fecha brindar con el champán, que data de a 1681, cuando el monje benedictino Dom Perignon embotella un vino rústico de la región de Champaña, Francia.
Uno creería que el lugar que vió nacer a una bebida es donde queda el hábito de consumirla, más se ha registrado el país sudamericano que más bebe champagne en estos tiempos, se trata de Brasil. Nuestro vecino en la región resalta cómo el país que más consume esta bebida en las fiestas de fin de año.
Los que la beben pueden tener la capacidad de registrar buenos momentos si no se apela al abuso en lo que pueda acabar mal cómo la ingesta exagerada de alcohol, que sin importar su latitud. Una vez que el alimento o bebida ha conquistado el paladar de una población que tenga distintas características climáticas, culturales y particularidades que los hagan poseer dietas singulares que pueden llegar a satisfacer o alegrarnos en un momento fugaz que no es el periodo de una vida que busca prevalecer con la misma sensación que ha producido aquel trago.
Moderación y cuidado
Lo que sea que introduzcamos por nuestra boca puede tener buena intención más si no graduamos la ingesta esta puede terminar haciendo con nosotros cosas inconscientes que en la fugacidad de los actos cómo la sensación del placer en la boca de lo que hayamos consumido no llegamos a medir las consecuencias de una reacción descontrolada para nosotros o el entorno social con los que nos encontremos, que pueden tener fieles y contentos registros de fiestas que más allá de haber tenido un plato o trago en particular.
Lo único que debemos tener en cuenta es la calidad de tiempo humano real y que cumpla su objetivo que va más allá solo de “estar juntos”, que no debe solo ser una excusa para beber, comer o esperar un regalo entre los presentes de cualquier evento cuya presencia con vida y salud debe ser considerada el mejor regalo para todos siempre por las amenazas que existieron, existen y existirán.
Si no tenemos precaución y prevemos los conflictos que pueden ser producidos por ingerir comida o bebidas que pueden ser ricas en un instante que a su vez puede ser una sensación que prevalezca y no sea tan rápida cómo es el pestañear, saborear algo que estemos comiendo en un momento específico. Pueden ser buenos o malos no dependiendo a lo que hubo o habrá sino en lo que hay y es bien administrado hoy para nuestro mañana. Beber con moderación es la mejor recomendación para estos días.-