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Sojaguay: El país del agrotóxico

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Por Alfredo Schramm @ElediTHOR

Entre enero y noviembre, Paraguay importó fertilizantes químicos por más de US$ 2.000 millones para uso del agronegocio. De acuerdo a registros de Aduanas, Europa cuestiona a la región por el uso indiscriminado de veneno bajo el argumento de aumentar la productividad.

También critican al modelo en sí de agronegocio que concentra grandes riquezas en manos de multinacionales y expulsa a campesinos hacia los cinturones de pobreza en las ciudades.

El País de España, en un reportaje sobre el tema, dice que hay países que permanecen casi en el anonimato y si pensamos en el continente americano, uno de los que están en ese rango es Paraguay.

En Europa, la mayoría de las personas tendrán grandes dificultades para situarlo en el mapa y lo mismo ocurriría si preguntásemos por alguna característica que lo pueda definir.

A pesar de los muchos elementos positivos que tiene este país, en términos negativos, Paraguay podría pasar pronto a definirse como “Sojaguay”. En campaña publicitaria, una de las mayores transnacionales del agronegocio en el mundo –entonces Syngenta y hoy ChemChina-Syngenta–, bautizaba a este territorio como el centro de una ficticia República Unida de la Soja, junto con aquellos otros Estados que le rodean como Argentina y Brasil, además de Bolivia y Uruguay.

TRANSGÉNICOS

Entonces, esta ya era una de las mayores zonas productoras del mundo de soja (hoy lo sigue siendo), en su inmensa mayoría transgénica y orientada su exportación a Europa, a fin de que esta última pueda alimentar a su ganado, sobre todo en las macro granjas ser, a su vez, la mayor productora de biodiésel del mundo.

Al respecto, es importante tener presente que el biodiésel se presenta como una opción positiva en el proceso de abandono de los combustibles fósiles. Sin embargo, esto quedaría matizado si atendemos a las consecuencias sobre las tierras en las que se aplica el actual modelo de producción intensiva.

El problema no solo es la planta, especialmente en su variante transgénica, sino, sobre todo, su modo de producción. Y Paraguay es el mejor ejemplo para ilustrar esta otra realidad.

DESASTRE SOCIAL

Así, transcurridos casi 20 años desde aquella ingeniosa denominación publicitaria, el empeoramiento de la situación es ostensible, no exclusivamente para la tierra, sino también respecto a los derechos humanos, colectivos e individuales, de pueblos indígenas y campesinado paraguayo.

El 80% de la tierra cultivable en Paraguay es soja y prácticamente el 85% del antiguo bosque atlántico ha sido deforestado al hilo del avance del agronegocio, que alcanza casi el 95% de la tierra en producción, mientras el campesinado dispone del escaso 5% restante.

Vista desde el aire, la mitad oriental del país –el 40% de su territorio– es de un inmenso mar verde transgénico donde la vida de todo aquello que no sea soja, incluida la humana, se ahoga todos los días.

Evidentemente, esta acelerada destrucción medioambiental tiene consecuencias. Al daño de la naturaleza en aras del desenfrenado negocio de la soja, se suma el impacto social, que se traduce en la expulsión directa o indirecta del campesinado y los pueblos indígenas de sus tierras. Esto a su vez provoca un aumento, también desenfrenado, del empobrecimiento de estas poblaciones y de las brechas de desigualdad.

Y todo ello como resultado de la imposición de un modelo neoliberal (extractivismo que prima los mercados por encima de la vida en su sentido más amplio) que trae consigo cuatro consecuencias.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.