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Hacinamiento carcelario

Una de las formas, estadísticas y cifras que tienen la sociología y ciencias políticas para evaluar el estado y condiciones de una sociedad es sabiendo la cantidad de presos que puede llegar a tener. Paraguay tiene hacinados a 2856 personas  en una prisión calificada cómo una de las más peligrosas del mundo, “Tacumbú”, que está construída para 1.530 reclusos.

Uno pierde su libertad cuando es hallado culpable o integrante de un crimen o delito cómo el haber robado violado, mentido o dañado una vida o infraestructura de uso frecuente por otras personas. 

Ahora en internet vemos encabezamientos que resaltan que la población carcelaria en América Latina creció 70% en 20 años.

El rápido crecimiento de la población carcelaria ha superado los sistemas penitenciarios en América Latina. La crisis no solo se debe a la comisión de delitos sino a reformas penales contra los delincuentes. Que en algunos países funcionan bien y en otros no funcionan para asistir bien a los que cumpliran o cumplen sentencia por un crimen. 

En algunos países cómo Costa Rica las reformas penales tuvieron un efecto negativo en el aumento de la población carcelaria. «En el caso de Costa Rica, este era un país, a diferencia de hoy, que presentaba unos índices de encarcelamiento de aproximadamente de 100 presos por cada 100.000 habitantes. En 20 años se triplicó y fue por las reformas penales que no lograron reformar algo específicamente sino según críticos lo que se dió fue una deformación del sistema que penalice a personas identificadas cómo partícipes de un delito.

Muchos de esos casos pueden evitar ser penalizados o capturados por las fuerzas de seguridad si poseen conocimiento de lo que esté permitido y prohibido hacer en cualquier lugar o momento. Esto puede conocerse en el hogar, escuelas, universidades y círculos sociales responsables que comparten información útil entre los que lo integren para evitar que estos pierdan su libertad y terminen ingresando a prisión o “la cacerola” cómo también es identificada la cárcel.

Cárceles como escuelas del crimen

El delito común se entiende como aquel que puede ser realizado por cualquier persona, no se le exige ninguna condición natural o jurídica al presunto sujeto agente. Y es identificado y destacado por nuestras leyes, cuyo estudio dice que los delitos son acciones o conductas contrarias a la ley.

Según especialistas para reducir el número de presos se debe trabajar  en un cambio cultural y educativo para iniciar una transformación, así como desarrollar una nueva pedagogía para aplicar las sanciones que no solamente sean la cárcel, sino uso de tobilleras, arrestos domiciliarios. con privación de salida, firmar cada cierto tiempo, inhabilitaciones o prohibiciones para ejercer cargos, entre otros métodos. 

Por su parte, el director de la Defensa Pública de Costa Rica, Juan Carlos Pérez Murillo, afirmó que las autoridades también deben trabajar conjuntamente en programas de prevención del delito y reconstrucción para reinsertarse a la sociedad.

Esto nos toca de cerca y más ahora que el clan Rotela administra una parte de la prisión de Tacumbu.

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