Para y por algo existen los límites. Desde el tránsito de vehículos y personas en espacios públicos hasta en competencias deportivas y en la forma comportamientos que pueden ser sancionados en cualquier enfrentamiento de atletas o equipos, dañando el tránsito del equipo o juegos particulares en cualquier competencia.
Las leyes son una buena referencia de límites que tenemos hasta en democracias, donde el poder se entiende que está en manos del pueblo, que debe tener actitudes y acciones maduras, seguras y efectivas para uno cómo para el colectivo con el que vivimos.
Conductas que son diseñadas y construidas desde el hogar con la familia. Un amigo me hablaba de lo que le toca vivir en España, donde la comunidad de jóvenes se empieza a volver una carga para sus padres, por no asumir responsabilidades y hasta presentar problemas para dejar su casa.
Porque te quiero, te limito
Este colega me decía que un padre al volverse amigo de sus hijos, los está dejando huérfanos por dejar de ser el referente y marcador de límites que existirán por siempre en sus vidas hasta el día en que les toque iniciar y dirigir un hogar. El mismo en el que una o varias vidas deben aprender la importancia y necesidad de establecer y respetar los límites que la sociedad necesita para vivir en paz y ordenadamente.
Lo que ayuda a tener buenos resultados en proyectos colectivos donde la conciencia particular de la necesidad e importancia de límites ayuda y no significa la eliminación de libertad sino el fortalecimiento de la misma donde sea. La misma que tiene sentido no en el igualarnos entre todos sino en el actuar bien entre los que formemos parte de una organización, empresa o asociación para que estas alcancen sus objetivos entiendo siempre la trascendencia de los límites para hacer que todos en el todo funcionemos bien y podamos llegar a objetivos comunes sin problema.
Muchos dicen que los límites en la familia son muestras de amor que envían los padres hacia los hijos. Una perspectiva por demás interesante.