Con las disculpas del caso por el lenguaje, citaremos aquel aforismo que dice que “las armas las carga el Diablo… y las descarga un boludo”.
Quien porta un arma letal, tarde o temprano termina por usarla. Esta es una máxima que gobierna este hecho que se va haciendo cada día más común… en las escuelas. ¿Se puede creer esto? Es mejor que vayamos haciéndonos cargo de esta realidad en el otrora bucólico y familiar ambiente de escuelas y colegios paraguayos.
“Descubren que un alumno llevó un arma con balines de plomo al colegio” registra un diario colega en setiembre pasado. Otro medio daba cuenta de que un adolescente de 18 años de un colegio de San Lorenzo fue detenido por la policía hallando en su poder dos armas de fuego con las cuales amenazó a compañeros de otro colegio a través de la red Instagram. Finalmente, el desenlace que semejante secuencia de hechos permitía predecir, se dio: la directora de un colegio de Colonia Independencia, Guairá, cayó victima de una agresión a puñaladas propinada por un alumno de 16 años. ¿Motivo? Una retorcida explicación sobre la necesidad del agresor de llamar la atención de sus padres sobre su negativa a seguir yendo a la escuela.
¿Qué está provocando esta cadena de escolares portando armas letales y eventualmente, usándolas como el caso del jovencito de una escuela de Nueva Italia que deflagró un revolver a centímetros del rostro de una compañera?
Tal vez sea prematuro hablar de emulación de esos repetidos episodios en EE.UU., en donde con frecuencia ciudadanos armados hasta los dientes entran a sangre y fuego en lugares públicos dejando tendales de víctimas. Como sea, esto de que adolescentes que aún no saben qué harán con su vida anden armados con peligro inminente para terceros merece un análisis profundo y abarcante.
Muchos factores concurren para que este fenómeno se esté diseminando como una plaga maligna. ¿Padres ausentes, demasiadas armas a mano, escuela indiferente a los cambios repentinos de humor y comportamiento de algunos alumnos…? Algo pasó en la relación niños-padres-profesores-escuela, algo falta en la ecuación. Antes, ir al colegio con las uñas sucias o sin hacer los deberes merecía una reprimenda severa. Hoy, un chico va calzado con una .45 ¿y nadie lo advierte?
Algo grave está ocurriendo en la comunidad educativa. Algo se rompió y hay que saber cuánto antes de qué se trata para poner un freno severo y efectivo a semejante barbaridad.