Pongamos las cosas en negro sobre blanco. Europa debería entrar al Paraguay con el sombrero en la mano cuando de generación de energías limpias y renovables se trata. El viejo continente tiene mucho que enseñarnos en materia de electromovilidad, en especial el transporte público que es de excelencia. Pero la matriz energética que la alimenta sigue siendo en gran medida fósildependiente pese a sus visibles esfuerzos por separarse de estas fuentes contaminantes.
El mapa europeo es revelador. Mientras las sociedades escandinavas se inclinan por la hidroenergía, el resto de la UE produce electricidad quemando petróleo, gas y carbón en más de un 60%, excepción hecha de Francia en donde el 70% se origina en centrales nucleares. Con el 100% de generación hidroeléctrica y 0 emisión de CO2 , Paraguay tiene ventajas comparativas muy claras que no está aprovechando en todas sus posibilidades.
Hasta ahí lo positivo de estas comparaciones.
En donde perdemos la batalla frente a la UE es en planificación y uso inteligente de recursos. Las ciudades europeas muestran un enorme avance en electromovilidad aunque se cree que dicha modalidad no alcanzará el 100% ni para 2040. Pero están en camino. Aquí, en cambio, no sabemos qué pasará hacia 2030 cuando estemos empleando el total de energía que producimos y ni siquiera hayamos pensado en nuevas alternativas prácticas y económicas de generación. Ni hablar de proyectos concretos o en marcha.
De pie sobre un patrimonio energético de gran valor, el Paraguay debe aprender a hacerlo valer en las mesas de negociación en lugar de seguir lloriqueando sobre robos o prepotencias de nuestros impredecibles socios condóminos en las binacionales. Aprendamos de los suecos, por ejemplo, que tienen claras sus ventajas al ofertar energía eléctrica como commodity en el euromercado. Aplicando una política muy ambiciosa en generación de renovables (hidroeléctrica y eólica), Suecia está preparada para obtener mayores beneficios a partir de costos de producción ventajosos así como seguridad y sostenibilidad de generación, factores clave a la hora de colocar bloques masivos en un continente que demanda cada vez más energía con fuerte compromiso ambiental.
En materia de electromovilidad no sólo estamos en pañales sino en el precámbrico. Aquí ni siquiera podemos hablar de transporte público, apenas de acarreo de personas en vehículos del siglo pasado. De ahí al ómnibus eléctrico hay medio mundo que transitar.
Pero estaría bueno empezar aprendiendo, cómo no, de los europeos.