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Bukele y su mano dura

El primer mandatario salvadoreño Nayib Bukele hace poco hizo algo que convocó a todas las cámaras de la prensa a cubrir cómo miles de miembros de las maras salvatruchas eran trasladados  de una prisión de 3000 personas a un recinto para 40000 personas. Las imágenes de esta movilización eran fotografías y videos de prisioneros tatuados hasta la cabeza en ropa interior rumbo a al bus que los llevó al “Centro de Confinamiento del Terrorismo”, un enorme complejo presidiario localizado a las afueras de San Salvador y anunciado por el mandatario como “la cárcel más grande de toda América”.

 

Esta acción para alguno es una forma de mercadear bien su gestión cómo presidente del país de donde ha nacido uno de los grupos criminales latinos más peligroso de los últimos 

tiempo, desarrollado y fortalecido en las calles de los EE.UU.   Bukele viene del marketing y sabe muy bien como usarlo. El material profusamente distribuido causó admiración y levantó temores. 

 

Mano dura popular

Ha sido el mismo  presidente que ha compartido el vídeo que muestra cómo en la madrugada del viernes integrantes de las pandillas que han sembrado el terror en el país centroamericano son sacados de sus celdas por oficiales penitenciarios, esposados y obligados a caminar con el cuerpo agachado, suben a los autobuses y llegan hasta la nueva prisión de máxima seguridad. Los presos montados en autobús han recorrido los más de 100 kilómetros que separaban la cárcel de Izalco de su nuevo destino. Son más de 60 mil los capturados en un país que ha exportado delincuencia en los últimos años y que ningún gobierno había podido meterlos en cintura pero todo esto tiene un pero: los derechos humanos de los reos.

 

Los reos, que estaban esposados, debían moverse deprisa y tener la cabeza agachada. Un procedimiento normal para trasladar a personas que han perdido su libertad por haber cometido crímenes contra la humanidad. Una importante referencia de vida en un mundo en el que se encuentra amenazado por movimientos pandilleros cómo el de las maras del Salvador.

 

Ahora han sido acomodados en su nuevo hogar para lograr cambiar su forma de ser y reformar la actitud que terminó por meterlos en prisión. Quedan ver cuantos derechos humanos se han violado en el proceso.  

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