“Estoy muy atareado, no quiero mentir, pero hoy va a ser…”
Esta excusa no fue alegada por la empleada doméstica a la que se le exigió terminar alguna faena inconclusa. Tampoco se refiere al infaltable mecánico que había prometido arreglar el auto para el viernes “sin falta”. No, la expresión pertenece al Presidente de la República interrogado sobre su demora en elegir al Fiscal General del Estado entre los tres nombres remitidos por el Consejo de la Magistratura.
Veamos. La agenda presidencial no brilla precisamente por actividades gravitantes que puedan equipararse al nombramiento de quien deberá encargarse de representar a la sociedad paraguaya ante los órganos jurisdiccionales del Estado como establece la Constitución. Inaugurar un local de oficinas públicas, visitar el sitio donde la ANDE va a construir una subestación eléctrica, participar de los festejos de la Virgen de Loreto, patrona de la Fuerza Aérea o entregar el premio nacional de ciencias no lucen como actividades que merezcan postergar su obligación de llenar un cargo que tiene al país en vilo desde hace meses por la alta sospecha de ineficiencia y corrupción de quien hasta hoy lo detenta.
Cualquiera sea la decisión del Presidente de la República, el candidato electo será sometido a un despiadado tiroteo en el Congreso por cuya cuenta corre el acuerdo que lo confirmará en su cargo. El Presidente no debe exagerar la importancia de su decisión porque si el nuevo inquilino de la FGE resulta un fiasco, la responsabilidad será de toda la clase política, de la justicia y de los abogados que manejan el proceso.
El bien principal que debe ser preservado está definido por la Constitución: velar por el respeto de los derechos y de las garantías constitucionales además de promover las acciones penales que correspondan en defensa del patrimonio público y social, el medio ambiente y otros intereses difusos. Y debe hacerlo gozando de autonomía funcional y administrativa absoluta. El nuevo Fiscal General deberá olvidarse de sus pertenencias políticas, lazos personales y vínculos de cualquier tipo que puedan enturbiar sus decisiones.
Si el candidato cierra ese perfil, todos habrán cumplido su deber. Si sube al cargo otro muñeco teledirigido, el país habrá perdido una oportunidad de oro para restablecer la credibilidad en una institución fundamental para la República.
