Un Estado que depende de donaciones para dar comida y útiles a miles de niños.
Hace un poco de ruido que salga a primer plano el hecho de que la comida de los chicos en las ecuelas hay que comprarla con donaciones. También golpea que el cuaderno, el lapiz y el librito que reciben los niños cada año llegan porque unos generosos donantes de ultramar ponen plata para que eso suceda. Y sobrecoge imaginar que si el techo de alguna escuela no se cae encima de alumnos y maestros es porque pudo arreglarse con plata que le regalaron al Estado paraguayo desde el exterior.
Pongamos en claro un punto: toda donación, una vez aceptada, debe ser agradecida y, sobre todo, darle un buen uso. Pero, ¡qué panorama! Un Gobierno que depende de donaciones para asegurar la alimentación y los útiles a escolares en áreas de alta vulnerabilidad social debe llenarnos de vergüenza. Expone descarnadamente la violación sistemática de los órdenes de prioridad en el cumplimiento de los deberes básicos del Estado. Deja en claro que la casta de privilegiados enchufada en el presupuesto general con generosos estipendios, no tiene la menor intención de renunciar a su estatus de primer mundo aún a costa de condenar a miles de niños a seguir en la postración causada por la mala alimentación y la privación de instrucción básica.
A los políticos del criollaje bravío se les ha perdido la brújula. Han convertido el Estado en un gran leviatán a lomos del cual navegan a toda máquina consumiendo recursos en su propio beneficio. En los próximos días, esta cofradía de gargantúas y pantagrueles verá caer en sus tarjetas de cobro los aguinaldos, bonificaciones, pagos extra y complementos salariales que han sabido autoasignarse a lo largo de su atornillamiento a los cargos públicos, convirtiendo en “derecho adquirido” todos esos privilegios. ¿Cómo va a alcanzar el dinero para comprar comida, cuadernos y lápices para escolares si la porción mayor del dinero aportado por los contribuyentes se la llevan los salarios de una elite de burócratas permanentemente hambrientos?
Si entre los políticos quedara una reserva de sensatez y, sobre todo, de decencia, deberían acordar una verdadera reforma del Estado. Pero no de superficie, sino de fondo. Deberían replantear el orden de prioridades y comprometerse a hacer realidad el principio de que la educación escolar básica está en primer lugar y debe ser cubierta en todas sus variables. Si no comprenden eso y cambian de actitud, el Estado seguirá siendo una eterna merienda de negros.
Y los escolares seguirán dependiendo de dádivas para comer y estudiar.