Se tiene que haber perdido completamente el rumbo si quien administra la cárcel de mujeres cede al chantaje de una interna en las condiciones brutales en que sucedió el episodio del cadáver del facineroso abatido en el norte.
Se tiene que haber perdido por completo el contexto de cadena de mando si quienes tenían bajo su responsabilidad el cadáver en cuestión accedieron a transportarlo a la cárcel de mujeres.
Se tiene que haber perdido por completo el principio de autoridad si el comando de la Policía Nacional, de las Fuerzas Armadas de la Nación y del Ministerio del Interior a) Sabían lo que se iba a hacer y no lo impidieron, o b) No sabían lo que iba a ocurrir y en ese caso fueron puenteados como simples boy scouts. Cualquiera de las dos hipótesis plantea una intolerable disolución del principio de autoridad y de institucionalidad que debe imperar en una República.
¿Qué tenía en la cabeza toda esta gente, si es que tenían algo?. La amotinada en cuestión debió ser reducida de inmediato, confinada y sometida a medidas disciplinarias tanto por la dirección del penal como por el juez de ejecución de sentencia. No se provoca tan gratuitamente a la autoridad legítima, sobre todo existiendo mecanismos legales que permiten a un interno que purga sentencia visitar a un pariente en su lecho de enfermo o al velatorio de algún miembro de su familia (Artículo 57 de la ley 210 del régimen penitenciario).
La actitud violenta de la interna en cuestión debía activar en el director del penal la negativa a ejercer ese derecho por tener a la vista “serios motivos para resolver lo contrario”. Entonces, la extraviada dirección de la cárcel femenina decidió poner en acción aquel precepto del Islam que dice que si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. Mayor barbaridad es difícil de imaginar.
La muerte de Osvaldo Villalba le puso un GPS a sus restos. A partir de ese momento, desde el Presidente de la República hasta el último chavolai de la policía sabía cada movimiento del cadáver de manera que nadie, en semejante orden piramidal de mando, puede alegar ignorancia frente al grotesco desvío del cuerpo hacia el penal de mujeres para que lo “sienta” su hermana presa.
La indignación general es justificada y las sanciones deben ser drásticas. O el país lo maneja de una buena vez gente idónea o se declara so’o de aquí en más.