Los juegos olímpicos dejaron algo más que buenas recaudaciones en hotelería, turismo y viajes, además, naturalmente, de un inédito palmarés de medallas de todos los metales.
Dejaremos el análisis de los logros deportivos a la prensa especializada. Nosotros trataremos de poner en negro sobre blanco las cosas que salieron a la luz, unas positivas y otras no tanto.
Para empezar, tenemos una Asunción muy difícil de ver, con sus plazas ruinosas y sus campamentos de refugiados que no son producto de guerras ni de desastres naturales sino de la pura incompetencia de autoridades para solucionar carencias básicas. Esto tal vez se solucione cuando llegue a la administración municipal un turno de verdaderos munícipes que desaloje a la camarilla de politiquillos improvisados que hoy regentea la Intendencia capitalina.
En cambio sí puede hacerse, y mucho, con las puertas de entrada al país. Dicen que está en camino la construcción de una nueva terminal aérea en el Silvio Pettirossi. Ver para creer. La aeronavegación comercial, especialmente en el tratamiento terrestre de pasajeros y aviones, es una multidisciplina muy avanzada que en todas partes es gestionada por empresas de expertis comprobada, tanto en la construcción como en la operación y administración de terminales. Hace algunos años, referentes del sector soñaban con convertir Asunción en un hub aeroportuario, es decir, un centro de recepción y redistribución de vuelos dada la equidistancia de Asunción con el cono Sur y la casi absoluta ausencia de fenómenos naturales o accidentes geográficos que limiten su operabilidad. Pero eso ya es historia. Hoy ofrecen esa modalidad aeropuertos como Viru-Viru en Santa Cruz de la Sierra, el nuevo Arturo Merino de Santiago de Chile, el gigantesco Jorge Chaves de Lima, etc. Por ahora, todos nos conformaríamos con tener un aeropuerto internacional digno de ser llamado tal, operado por expertos y con capacidad para solventar las demandas de servicio que plantea el turismo de eventos que se expande cada día más.
Lo mismo hay que decir de la terminal de ómnibus de Asunción, un galpón obsoleto y sobrepoblado de mercachifles, muy lejos de una auténtica central de tráfico terrestre de pasajeros de media y larga distancia. Ojalá la herencia dejada por ODESUR sea aprovechada y no se pierda en la nada, como otras experiencias de su tipo.
