Se entiende lo que quiso hacer la gobernación de Ñeembucú distribuyendo canoas gratis a pescadores. Es un gesto de sensibilidad y acompañamiento a un segmento de la población que está siendo particularmente castigado por la bajante de los ríos y sus tributarios con el inevitable impacto sobre la población ictícola. Pero hay algunos detalles que señalar en este episodio. Al recibir su correspondiente embarcación, uno de los beneficiarios dijo que con este paso recibía un impulso considerable ya que no se dedicaría más a la ganadería. Además, la Gobernación departamental rubricó el tema diciendo que se trataba de un apoyo a la actividad productiva.
Puesta a salvo su faceta solidaria, analicemos ahora el fondo de la cuestión. La pesca no es una actividad productiva sino meramente extractiva, porque depende de la capacidad de regeneración que presenta el río Paraguay, Paraná y afluentes en su población de peces. La persistente bajante ha desnudado las fuertes limitaciones que está padeciendo en forma creciente esta actividad, porque el medio acuático alberga cada día menos ejemplares mientras nuevos pescadores se suman a su extracción.
Repartir canoas gratis es cómo distribuir caballos para tirar sembradoras y cosechadoras en las faenas agrícolas, algo que atrasa más de un siglo.
Hace ruido escuchar que alguien dice haber dejado la ganadería para dedicarse a pescar. Es como descender varios escalones en materia de rentabilidad. Por muy caro que esté el pescado en sus especies mejor cotizadas, las ganancias de la pesca son altamente aleatorias porque dependen de variables por completo fuera del control del extractor.
En cambio, pequeños productores del sector ganadero, tanto en su vertiente de carne como en lácteos, pueden alcanzar importantes niveles de desarrollo si cuentan con la organización y el apoyo apropiados. Por ejemplo, productores del Comité San Marcos de Santa Rosa del Mbutuy, departamento de Caaguazú, llegaron a facturar Gs. 1.000 millones en tres años solo vendiendo leche a las cooperativas procesadoras. Se trata de un esquema muy avanzado, con tanques refrigerados y transporte con cadena de frío que garantiza calidad e inocuidad, con crecimiento asegurado por una demanda sostenida.
La solidaridad es loable como acción de gobierno. Pero acompañar a pequeños productores a salir de una economía de subsistencia es mucho mejor.
