Carne y huevos de contrabando entran a raudales de Brasil y Argentina.
Las alteraciones en los mercados mundiales de la carne bovina están causando que muchos excedentes de faena empiecen a ser colocados en el mercado negro. Eso está ocurriendo con especial énfasis en Argentina, golpeada por una crisis económica casi sin precedentes y, a la vez, con una sobreoferta de todo tipo de cortes.
En el caso del país vecino hay otros factores agravantes como la inflación y la pérdida del poder adquisitivo del ingreso. Ante el imparable deterioro de la moneda, el consumidor prefiere refugiarse en bienes durables antes que en artículos de consumo diario más allá de lo necesario.
Hasta tanto el mercado interno de la carne vacuna se estabilice en Argentina, los excedentes emprenden camino al Paraguay, dada la permeabilidad casi criminal de las aduanas y pasos fronterizos por los que este producto ingresa, por supuesto, al margen de la cadena de frío.
El consumidor debe tomar las mayores precauciones antes de aceptar una oferta de carne muy barata y sin la garantía de inocuidad que es dable esperar en los comercios establecidos.
El peligro que siempre acecha en la oferta de carne sin inspección de salubridad es que a través de ella se propague la salmonella, una bacteria capaz de desarrollar alteraciones gastrointestinales desde leves a severas, especialmente en personas sensibles a este agente patógeno.
La salmonella puede estar presente no sólo en carne bovina sino también de cerdo y pollo, que son los tres géneros de mayor consumo en el país. Ya sabemos que la carne argentina entra por toneladas, pero también hay una constante corriente de carne de pollo del Brasil, especialmente las gallinas ponedoras salidas de los circuitos de producción de huevos y comercializadas en el Paraguay como “oferta de temporada”, es decir, pura basura. Cabe agregar que la salmonella puede diseminarse también a través de los cargamentos de huevos que entran en grandes cantidades desde Argentina y Brasil.
Siempre hemos llamado la atención a las autoridades de frontera sobre el hecho de que el comercio ilegal no sólo daña la economía sino que, cuando involucra productos de la alimentación diaria, genera un peligro directo para la salud pública. El derecho a ganarse unos guaraníes termina donde empieza el cuidado sanitario de la población. Con eso no debe haber negociación alguna, porque es como jugar con la muerte.
