domingo, noviembre 17, 2024
30.7 C
Asunción

El mito del Caballo

Una de las referencias al que ser humano vuelve para comprender el presente y tal vez el futuro es el pasado y en ello, las historias griegas tienen una riqueza porque sirven para entender actitudes, comportamientos y desenlaces.

Los tiempos políticos que afrontaremos deben de ser sinceros y que la confianza haga que la gente salga a votar y no que nos vendan los grupos corporativos de la política varios caballos de Troya.

La historia dice que, La épica lucha entre el reino de Troya y la alianza griega contiene muchas historias fascinantes, sin embargo, la más famosa es, probablemente, la historia del Caballo de Troya.

Después de 10 años de guerra, el ejército griego se cansó del conflicto y se le ocurrió la idea de romper finalmente los muros de Troya. El astuto Odiseo sugirió que el ejército griego usara subterfugios (engaños o triquiñuelas) para romper los muros. En el lapso de tres días, el ejército griego construyó un caballo de madera gigante y navegó sin ser visto, dejando atrás al gran guerrero griego Sinón para que este le dijera a los troyanos que los griegos habían regresado a casa.

Los griegos grabaron una inscripción en el caballo, diciendo que era una ofrenda a Atenea. Después de mucha pericia, Sinón pudo convencer a los troyanos de que la ofrenda griega era de buena fe. A pesar de las dudas de algunos de los troyanos sobre el caballo, finalmente lo llevaron a la ciudad y empezaron a celebrarlo. En medio de la noche, Odiseo y los demás griegos que se escondieron en el caballo salieron a la ciudad, encendiendo los faros en lo alto de los muros para señalar el regreso de la flota griega.

Gracias a este truco, el ejército griego pudo finalmente atravesar los muros de Troya y ganar la guerra.

Muchos pensamientos nos pueden aparecer como ejemplos de esta historia y tal vez lo más reciente se “La concertación”. Pero espero ver el día que el diálogo con objetivos de construcción de un país con propósitos sea el que el cuidadano reciba de sus empleados electos y no los que se esconden, cómo leímos, en la panza del regalo.

Más del autor