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La siesta o el doble amanecer

Uno de los momentos que llega a ser hasta sagrado para algunas personas es la siesta u hora o más tiempo de descanso entre la mañana y el resto del día  está siendo revalorizada en países donde era desacreditada como Japón. Sin embargo, resulta difícil para algunos adultos entender porque a esta hora los niños están con mucha energía, tanta que debido a la no canalización de la misma en el tiempo existente antes de este tiempo de reposo se concentran en hacer ruido e interrumpir el sosiego  de los mayores.

Los niños se resisten a ese reposo en medio del dia laboral pero ahora se están descubriendo sus beneficios. La siesta hace que los niños sean más inteligentes según los hallazgos y respetar los tiempos de descanso de los más pequeños favorece su aprendizaje.

No debe tomarse el descanso cómo un hábito de holgazanes sino tomarlo cómo un ejercicio que nuestro cuerpo necesita para funcionar bien y poder darnos buenos resultados para nosotros y nuestro entorno. 

Que desea lo mejor para nosotros y por eso desea que imitemos los hábitos que les han ayudado a llegar a su edad sanos y fuertes y con energía para continuar la vida.

La expresión repetida en estos días de ·niños cansados, niños cansados·es bien conocida por los maestros al que podría agregarse otro, que ciertamente sería aún más difícil de escuchar para los padres: niños con sueño, niños menos inteligentes. 

No hace falta ser un gran investigador para ver que cuando te pican los ojos por el sueño, tienes más dificultad para concentrarte, te encuentras releyendo la misma frase varias veces, solo para olvidarla inmediatamente. Pero, en la escala de los más pequeños, el descanso adquiere una dimensión mucho más vertiginosa desde el punto de vista educativo.  

Acostumbrar el cuerpo al reposo

Durante el primer año de vida, el niño irá pasando progresivamente de un ritmo ultradiano, en el que el sueño ocupa dos tercios de su tiempo, repartido entre el día y la noche, a un ritmo circadiano, basado en un ciclo de veinticuatro horas.

En ese periodo de tiempo completa su noche con unas cuantas siestas. Durante la infancia, de los 3 a los 5 años, el niño pequeño duerme otras diez a trece horas, con un sueño nocturno y una siesta a primera hora de la tarde que desaparecerá gradualmente antes de los 6 años.

Este ritmo de vida lo ayudará para que rinda mejor en sus  actividades académicas que no solo requieren curiosidad, atención y seguimiento sino también el tener un cuerpo descansado que responda bien a las lecciones dadas por el maestro quien tendrá buenas referencias del estudiante que no solo responda bien a los cuestionamientos del mismo en las aulas sino del niño que haya arribado a clases no solo bien alimentado sino bien descansado. 

Las siestas por lo tanto no son buenas solo para los mayores sino también para los niños.

 

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