martes, noviembre 26, 2024
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Asunción

Perder el control

Anoche hizo calor, bastante calor. Después de semanas muy frías, humedad atrapante, viento que congela las mejillas y chimeneas encendidas, fue que pasamos de ocho a treinta grados con solo una semana de diferencia. Ayer el clima me hizo recordar a ese Paraguay tropical, porque las hojas de los árboles estaban quietas a falta de viento, y porque los mosquitos decidieron hacer un festín junto a mi oído derecho. Esos desgraciados estaban comprometidos a no dejarme dormir. 

Me cepille los dientes, me puse una blusa floja y me metí a la cama dispuesta a ver una serie que me ayudara a despejar la mente pues anda bastante abrumada. Pasa que a veces creemos que nuestra vida es aburridamente rutinaria, todo igual, todo es monotonía hasta que de la nada ¡PUM! los problemas, compromisos y desafíos llegan sin que estés preparada. A veces me enojo con el universo y reclamo estas tremendas pruebas que me ha mandado, otras hablo con algún ser superior invisible agradeciendo que todo llegó de golpe, así la sacudida es en un sólo jalón y no por partes. Que si va a doler que sea rápido, que sangre la herida, que supure tantito, que se seque y pueda seguir andando.  

Apagué la luz y en la total oscuridad del cuarto sentí que el sudor lentamente caía por mi espalda y los mosquitos, como ejército organizado, empezaban a pasearse por toda mi humanidad. “¡Maldita sea!” pensé. Intenté prender el ventilador y resultó que no funcionaba, algún corto circuito o mala conexión no permitía que la cajita donde giraba la perilla mande la señal para que esas aspas empiecen a girar. Miré hacia arriba y vi el aire acondicionado, con sigilo me moví descalza por todos lados pero el control de la máquina que aliviaría el calorón no estaba en su lugar. “¡Carajo! esto debe ser una señal” repetía mientras sudaba como recién salida de una maratón, me rascaba la pierna e intentaba atrapar a esos astutos mosquitos que no me dejaban en paz. Mi paciencia estaba a prueba, el cansancio era abrasador y el mal humor aumentaba.

Regresé a la cama con rostro de frustración y derrota. Me senté en la orilla mirando a la nada y di un largo suspiro, mientras intentaba espantar a esos atrevidos mosquitos que no me daban tregua y simplemente se dedicaron a picoteaerme entera. Miré la ventana pensando que si la abría, una brisa suave entraría a paliar ese calor que sentía, hasta que recordé que esa noche el viento fresco era una utopía. Frustración, eso era. ¿Dónde estaba el bendito control? repetía, ¿es acaso esta situación una analogía de la vida?, ¿estoy perdiendo el control de la mía?. 

Y ahí, en mi total soledad con agotamiento mental y físico, en la noche más calurosa del invierno pensé que a veces es inevitable perder el control, tener días fallidos, incompletos, sin inspiración. Procuro iluminar mis días con alegrías, escribir palabras que expresen lo que siento, pero a veces no sucede. A veces toca existir y ya. Sudar y batallar con una guerrilla de mosquitos que darán pelea llevando consigo un poco de sangre y otro poco de rabia, indignación y enojo. Ya el control aparecerá y seguramente en el lugar menos imaginado.

Jessica Fernández Bogado
Jessica Fernández Bogado
De un país pequeñito llamado Paraguay, viviendo en un país enorme llamado México. Hablo mucho y escribo más. TW & IG: @Jessiquilla

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