Comentario 3×3
Por Benjamín Fernández Bogado
El Paraguay y el mundo viven circunstancias absolutamente inauditas y dominadas por la incertidumbre.
La mayoría de las fronteras se han cerrado en gran parte del mundo evitando con eso la propagación del COVID-19, como también se la conoce, y al mismo tiempo también nos lleva a una mirada hacia el interior de cada uno de nosotros y de nuestras capacidades.
El Paraguay tiene una genética aislacionista que deviene de su propia historia y de su construcción de la independencia, con el Dr. Francia que había cerrado la frontera del Paraguay de 1814 a 1840, también tenemos experiencia por el largo periodo autoritario de Stroessner que aisló prácticamente al país del mundo.
Si miráramos también otros acontecimientos como la Revolución del 47, que fue la responsable de que muchos paraguayos comenzaran una masa migratoria inmensa hacia la Argentina, o la Guerra de Chaco, vemos que Paraguay, por sus características geográficas, es un país que está mejor preparado para construir desde allí su propia identidad aislacionista.
No en balde la gran pluma literaria del Paraguay, Augusto Roa Bastos, describió a nuestro país como una isla rodeada de tierra. Esa imagen gráfica es la que tenemos en este momento a pesar que estamos integrados por la globalización del coronavirus. Este es un tiempo también para volver a mirarnos en nuestras capacidades, para reflexionar sobre el concepto de soberanía, de autoabastecimiento, de capacidad de poder construir un etos que vuelva a recobrar el sentido del destino, nuestras vidas y nuestra nación.
Quizás estar aislados en este momento nos lleve a pensar como nunca antes en nuestras propias capacidades y debilidades, y podamos hacer resurgir un país diferente al que tenemos.