Indudablemente el Mercosur necesita un golpe de timón que no pueden dar ninguno de los integrantes de este ambicioso proyecto que nació en 1991 en el tratado de Asunción. Las graves dificultades económicas, los problemas políticos de las dos locomotoras del proyecto Argentina y Brasil, han dejado de que tanto Uruguay, como Paraguay, como los demás países que se fueron haciendo parte del proyecto en calidad de socios como Venezuela y el caso de Chile, no hayan podido consolidar este proyecto ambicioso en algo concreto y práctico.
Hay una nueva reunión prevista para esta semana en Asunción y uno de sus protagonistas, Bolsonaro, quién tiene muchos niveles de adhesión ideológica, incluso con Abdo, dice que no va a participar, eso significa básicamente, que uno de los principales referentes económicos y políticos del bloque no tiene intereses en los temas que se van a tratar.
Entre ellos también está la cuestión de Uruguay que dice, «yo no puedo avanzar dentro del corsé del Mercosur y voy a negociar directamente con los chinos un tratado de libre comercio», algo que lo prohíbe la reglamentación del bloque. Estas y otras cuestiones, además que no han conseguido logros trascendentes, importantes durante todos estos años, que ya superan 31, hacen presumir que el tratado del Mercosur sigue siendo como los demás acuerdos de integración regional de América Latina, proyectos de muy buenas intenciones, de los que está empedrado el camino al infierno.
