Los legisladores retornan a sus actividades. Podrían haber estado también todo el año de vacaciones que no se hubiera sentido la necesidad de la presencia de 125 legisladores en ambas cámaras.
Tienen 70 días de vacaciones y casi 3.000 funcionarios a cargo de ellos. El aporte no ha sido necesariamente el mejor. La relación entre los mandantes y los mandatarios, entre los que eligen diputados y senadores y los electos, hay una brecha enorme.
Generalmente, los legisladores solo buscan una forma de figuración social, en el menor de los casos dañino, pero sí un mecanismo extorsivo chantajista para hacer que en el proceso político de controlar al Poder Ejecutivo se llenen la faltriquera y resulte una gran inversión haber sido electo como parlamentario.
El país necesita cambiar esta lógica perversa, esta ecuación del diablo que realmente no nos trae para nada elementos de superación y desarrollo. El Congreso no ha estudiado, por ejemplo, la denominada reforma del Estado, que en forma tímida han presentado desde el Ejecutivo.
No tienen mucha voluntad tampoco de cambiar lo que hasta ahora le sigue dando pingües beneficios. Nuestros legisladores, además de trabajar poco, lo poco que trabajan lo hacen muy mal.
70 días después vuelven nuestros legisladores sin agenda, sin capacidad, sin inteligencia, sin conocimiento y sin compromiso.